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-Fuiste una mierda de madre conmigo- dijo Martina sin levantar la voz pero manteniéndose firme -casi matas a mi hermana, no hay nada que puedas decir para cambiar eso-

Silvina omenzó a llorar -Perdóname, perdón- Daniel puso una mano en el hombro de su mujer.

-¿Qué cambió?- dijo con rabia -Me case con una mujer, eso no cambio, y siento decirles que Guada tiene una novia también, mira qué suerte, dos padres retrógrados con dos hijas lesbianas-

-Martina-, dijo Daniel -Nos equivocamos, pero queremos arreglar las cosas, con vos y con tu hermana-

-¿Qué cambió?- repitió

-Nosotros- dijo Silvina -Recibimos ayuda y esto va a sonar mal, pero... en la cárcel... conocido a gente muy diferente a nosotros, con vidas muy diferentes... llevábamos toda la vida viviendo en la burbuja de la iglesia... cuando nos dimos cuenta de lo que habíamos hecho con nuestras hijas... de lo que habíamos perdido en nombre de unas tradiciones ridículas... perdón-

En ese momento la puerta se abrió y apareció Lourdes, su respiración estaba agitada. Y la morocha sabía que había corrido desde los ascensores.

-¿Qué está pasando?- Martina estiró su mano ofreciéndosela a su mujer que entrelazó sus dedos y miró con rabia a aquellas personas -¿Estás bien?- la mujer asintió

-Solo... solo queremos pedirles perdón- continuó diciendo Silvina -No necesitamos que nos perdonen ahora... pero quiero que vos y tu hermana sepan que somos conscientes de por todo lo que las hicimos pasar y... y nos arrepentiremos el resto de nuestras vidas-

La madre de Martina secó sus lágrimas y miró a Lourdes -También te pido perdón por todo lo que te dije, y el daño que le hice a mis hijas. Sé que también te hice daño a ti- dijo con pesar.

Daniel asintió a su lado -Y gracias por cuidarlas a las tres-

La ojiverde no sabía qué decir. Quería mandarlos por donde vinieron, pero sobre todo quería hacer lo que Martina considerara adecuado. Así que se quedó ahí parada, con su mano sujetando con fuerza la de su mujer.

-Ustedes no pueden hacerle esto a Guadalupe- dijo la morocha -Presentarse así sin más, no pueden hacerlo con ella-

-Pero...- comenzó silvina pero fue interrumpida

-No- dijo Lourdes con firmeza -No me importa si le quieren pedir perdón o si quieren darle un millón de dólares. Esa mujer paso por mucho trauma, y le llevo años de terapia hasta llegar a donde está ahora. No estoy contenta de que se hayan presentado en nuestra empresa sin avisar, pero juro que si se acercan a Guada sin su consentimiento buscaré la manera de llevarlos de vuelta a la cárcel- miro a los dos con rabia.

-Es una adulta, también... queremos hablar con ella-

-Le mandas una carta, o una paloma mensajera- dijo Lourdes -O una citación para una mediación en el juzgado- continuó -Pero si aparecen en su vida sin previo aviso, van a alterar su vida más de lo que imaginan, y no lo voy a permitir- Martina no estaba sorprendida por lo protectora que estaba siendo, pero sí que estaba orgullosa de su mujer -Yo le daré el mensaje, hablen conmigo, no con ella- suspiro -Y si no quiere hablar con ustedes, fin de la discusión, sin insistencias, no es no-

Tras aquellas palabras se hizo un silencio en la habitación. Cuando Martina levantó su vista, vio a su madre mirando su mano donde descansaban sus anillos.

-Antes... antes dijiste que se casaron- Silvina seguía mirando los anillos tratando de no enojar más a las dos mujeres -Felicidades-

-Felicidades- dijo Daniel asintiendo detrás de su mujer.

Estar con ella- MartuliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora