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Isabella no llamó a Lourdes mamá después de su conversación, pero algo había cambiado en la dinámica de su peculiar familia. La pequeña no se separaba de ella, como si le estuviera dando a entender que confiaba ciegamente en ella y le creía cuando le decía que iba a estar ahí para siempre.

En los días siguientes, tuvieron una charla sobre si debían mudarse o vivir en la casa de la ojiverde, que era preciosa y lo suficientemente grande para las cuatro. Lourdes quería que estuvieran cómodas, pero a las hermanas Benza les encantaba aquella casa, así que decidieron quedarse

Martina empezó a guardar cosas en cajas y Lourdes comenzó a despejar armarios y cajones para hacer espacio para las tres mujeres que iban a venir a su casa. Dos semanas después, empezaron a llevar todo y reclutaron a sus amigos y familiares para ayudar.

La rubia estaba vaciando cajas de la furgoneta que habían alquilado con Guadalupe, mientras que Franco, Delfina, Guadalupe y Ariana ayudaban a meter el escritorio de la adolescente en su habitación.

Lourdes estaba colocando los libros de Martina junto a los suyos en la estantería del salón con Brisa a su lado, pasándoselos de dos en dos. La castaña estaba subida en una pequeña escalera.

-Pareces feliz, más de lo normal-, comentó Brisa

-Lo soy, llevo queriendo esto desde nuestra primera cita-

Brisa sonrió pasándole otro libro de una de las cajas. Las dos siguieron trabajando mientras charlaban. Todos iban de un lado a otro, excepto Gabriela y Angie, que habían decidido que su forma de ayudar era tomar una copa de vino sentadas en la mesa de la cocina.

Isabella corría por la casa y Lourdes sonrió al verla pasar con una caja más grande que ella, en la que estaba escrito "almohadas" y que estaba claro que no pesaba nada. La pelinegra le pasó dos libros más cuando la pequeña habló.

-Mamá- dijo Isabella llamándole la atención. Lourdes siguió colocando libros, pero cuando extendió la mano, Brisa no le tendía ningún libro y no la estaba mirando a ella, estaba mirando a Isabella

-Mamaaaa- repitió la niña, que tenía la vista clavada en la ojiverde y señalaba una de las cajas que estaba cerrada con cinta y no conseguía abrirla.

-Te habla a vos- dijo la pelinegra en voz baja.

Lourdes se bajó de la escalera con el corazón latiendo a toda velocidad, pero trató de no darle demasiada importancia para no asustar a la niña. Era la primera vez que le llamaba mamá dos veces seguidas, en el pasado siempre lo había hecho sin querer.

-que pasa?-

-Ayuda por favor- señalo la caja.

A la ojiverde le temblaban las manos, pero las frotó contra sus vaqueros y se agachó al lado de la niña, buscando la esquina de la cinta para abrir la caja que estaba llena de juguetes. Isabella le dio un beso en la mejilla.

-Gracias ma- dijo la niña, que segundos después tenía las manos dentro de la caja y sacaba uno de los juguetes.

-De nada preciosa- se puso de pie separándose un poco, pero sin dejar de mirarla. Isabella ajena a la importancia de aquel momento siguió sacando cosas de la caja.

Lourdes sintió una mano en su hombro y cuando se giró, Brisa la miraba con una sonrisa, le dedicó otra un poco torcida por las emociones que recorrían su cuerpo y la pelinegra abrió los brazos para abrazarla.

-Felicidades mamá- susurró sabiendo que habían tenido aquella conversación con Isabella pero la niña todavía no había dado el paso de llamar a Lourdes de aquella manera.

La ojiverde no pudo contenerse y un sollozo se escapó mezclado con una risa, luego abrazó a su amiga

-¿Cómo te sientes?- Susurró Brisa para que Isabella no la escuchara cuando se separaron.

Estar con ella- MartuliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora