Cuarenta minutos después, Martina, estaba colocándose un traje estéril para entrar al quirófano donde le iban a practicar una cesárea de urgencia a su mujer. Tan pronto como estuvo lista cruzó las puertas acercándose a Lourdes para dejar un beso en su frente y fue cuando vio las lágrimas rodar por los ojos de su mujer
-Shhh, tranquila, estoy aca- susurró no se atrevía a decirle que todo iba a salir bien, porque no estaba segura de si eso era verdad.
-Tengo miedo-
-Yo también- confesó la morocha -Pero estamos juntas-
La sala se llenaba cada vez más de gente, pero nadie les prestaba atención. Los médicos y enfermeras estaban ocupados al otro lado de la cortina, pero Martina solo tenía ojos para Lourdes, susurrándole palabras de amor sin cesar mientras besaba la frente, sintió a su esposa estremecerse bajo su cuerpo, y segundos después ambas escucharon un llanto. Por primera vez, ambas sonrieron.
-Felicidades mamás- dijo una enfermera acercándose con un bebé en brazos. La ojiverde empezó a llorar más fuerte y Martina también, pero esta vez con una sonrisa en el rostro. La enfermera acercó al bebé a Lourdes, quien le dio un beso en la cabeza.
-Hola mi amor- susurró Martina mientras se agachaba para besar a su hija en la cabeza.
-Debo llevármela un momento- dijo la enfermera -Pero regresaré pronto-
Las dos asintieron y la mujer se llevó a la niña mientras los médicos atendían a Lourdes
-Anda con ella, Mar- dijo Lourdes
-¿Estás segura?-
La mujer asintió y Martina le dio varios besos en los labios antes de acercarse a la enfermera para ver cómo revisaban a su hija.
-Todo está perfecto- dijo la enfermera, y ella sonrió -Toma, acércala a tu mujer antes de que se la lleven- envolvio a la niña en una manta.
-¿A dónde?- preguntó renuente a separarse de Lourdes
-Ella tiene que ir al postoperatorio durante una o dos horas. Vos podes llevar a la pequeña a la sala de prematuros. Aunque está perfecta, debemos vigilarla ya que llego antes de tiempo- explicó la enfermera.
La morocha tomó a su hija en brazos por primera vez y quedó embobada -Ve con ella- le dijo la enfermera con una sonrisa. Martina asintió y caminó hacia su mujer que seguía en la camilla.
-Mira, Lu- coloco a la niña cerca de la cabeza de Lourdes
-Es perfecta... se parece a Isabella -dijo emocionada, aunque frustrada por no poder tener a su hija en brazos.
Martina asintió -Igualita que Isa cuando nació- se inclinó para besarla de nuevo -sos increíble, Lulita. Te amo-
Pocos minutos después se llevaron a Lourdes y la mujer le hizo prometer a Martina que no se separaría de la niña. Así que ella siguió a las enfermeras hasta el área de recién nacidos y observó a su hija a través del cristal mientras le hacían pruebas rutinarias. Finalmente, la dejaron pasar y la sentaron en una butaca con la pequeña en brazos.
Ese hospital era uno de los mejores del país, y habían pagado una cantidad absurda de dinero para tener a su hija ahí. En parte, era debido a un protocolo que permitía pasar todo el tiempo que quisieran con el recién nacido. En otros lugares tenían horarios estrictos para llevarse a los bebés, pero su hija se quedaría con ellas en todo momento en la habitación.
-¿Martina Gonzalez?- la morocha levantó la mirada y vio a otra enfermera en la puerta -Tu esposa está camino a su habitación, pueden ir ahí ahora-
Martina asintió y la ayudaron a colocar a la niña en una especie de cuna con ruedas en la que la llevarían hasta la habitación. Siguió a la enfermera por varios pasillos hasta que llegaron a lo que supuso que era la habitación de su esposa y entraron dentro.
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Estar con ella- Martuli
RandomQuien diría que besar a una desconocida en un callejón iba a cambiar su vida para siempre