Samantha
Me habían traído a una especie de habitación. Bueno, de hecho me arrojaron acá. Literal. En fin, mis instintos nunca fallan. Así opté por lo primero que se me cruzó por mi hermosa mente. Gritar y golpear la puerta como una desquiciada. Y eso hice. Comencé a tocar la puerta como una loca. Por cierto, creo que mis golpes despertaron a Fernanda ya que estaba desmayada en la habitación de enseguida. La bella durmiente. En fin, seguí tocando. Como vi que nadie de por ahí me hacía el mas minímo caso. Pues opté por la segunda opción. Gritar como loca maniática. Y... ¡aquí vamos!.
Sólo no revientes mis timpanos, loca. Hazme ese favor.
No vengo aquí para reventar tus estúpidos timpanos. ¡Quiero que nos saquen de aquí! Eso quiero. Aemás, en todo caso, serían MIS timpanos, no los tuyos.
Lo que sea. Si no revientas mis o tus timpanos, lo que sea, entonces serán los de cualquier idiota que esté allá afuera. Así que, de todos modos, pobre de ellos. Nadie merece oír semejante... grito.
Sabes, eso no me está ayudando. Mejor seguiré haciendo lo mio.
Como gustes... loca.
Rodé los ojos y me dispusé a hacer lo que tenía planeado. Gritar como una loca. Ahora si, a la de tres... ¡tres!.
-¡Hey! Saquenme de aquí-. Grite mientras golpeaba con fuerza la puerta. -O bueno, saquen nos-. Me corregí encogiéndome de hombros. Aunque si, nadie podía verme. En fin, segí golpeando hasta que una voz respondió al otro lado.
-¡Callate!-. Me gritó la voz. Que la verdad no pude disringuir. Pero me sonó familiar.
-¡No! Porque quiero y puedo-. Respondí con aire de suficiencia. Entonces sonreí orgullosa cuando la voz no respondió.
Hasta que alguien abrió la puerta. No se si les mencioné que estaba oscuro. Pero lo estaba. Bueno, lo estaba hasta que llego ese tipo feo y encendió la luz. Entonces lo vi con claridad. Era... Sam. Sam. Era Sam. ¿Que mierdas hace Sam aquí?. Y, ¿por que está aquí, en esta habitación?. Me sorprendí enserio al verlo. Así que me quedé con la mandíbula hasta el suelo. Literal. Y con los ojos abiertos de par en par. Retrocedí a lo que el entra. El entro y cerro la puerta detrás de el. Tiene una tonta sonrisa arrogante. A estas alturas, me dan ganas de borrarsela de una patada. En fin, por fin el hablo.
-Samantha-. Dijo y sonrió con arrogancia. ¡Dios! Así no es Sam. ¿Que pasa?. -Cuanto tiempo... ¿te has divertido con Cole?-. Pregunto con desagrado. Ahora entiendo. Cole. Eso le molesta. Pues que se aguante porque el fue el que me dejo.
-Y si ese es el caso, ¿que?. Según yo, no te debería de importar-. Respondí cruzándome de brazos. Si, creo que intentar pasarme de listar me va a costar muy caro.
-Oh claro que me importa, creeme-. Me dijo y se comenzó a acercar. Demasiado para mi gusto. Así que yo retrocedí.
-Atrás, chico-. Le dije estirando mi manos para poner distancia. Aunque no funcionó mucho que digamos. El siguió acercándose de todos modos.
-Tranquila... te vas a divertir-. Me dijo con voz ronca. Se seguía acercando. Yo no entiendo ni mierdas. Seguí retrocediendo.
-Uno; no entiendo nada y dos; dudo mucho que me divierta, enserio-. Le dije retrocediendo. Pusé una mano en su pecho cuando sentí una pared detrás de mi. ¿Que tenía contra las paredes?.
-Pronto entenderás...-. Y seguía con su estúpida voz ronca. Agh. Yo lo mire mal.
-No, gracias. No me apetece entender que pasa por tu cabeza desquiciada en estos momentos-. Respondí con sarcasmo. El rió entre dientes. ¡¿Que es lo divertido?!.
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Shining In The Dark. ©
AdventureSoy Samantha, vivo con mi mamá en una aburrida casa con un aburrida vida y voy a una aburrida escuela. Tengo 13 años. Lo bueno de todo esto es mi mejor amiga, Fernanda ella vive con su mamá igual. Ella tiene 12 años. Y esta igual de aburrida que yo...