11 mayo

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Al día siguiente todos se dispersaron. Adri fue el último en irse y no siguió a los demás.

—Se lo voy a preguntar a Amber —dijo mirándome a los ojos para que yo los leyera.

—Me fío de ti.

El pícaro se fue y por la tarde se reunió con la maga hacker en su habitación. Era la primera vez que Adri iba a la sede de Denerim así que necesitó ayuda de Sebastian (que estaba montando guardia en el mostrador de la entrada), para que lo condujera hacia su destino. Su antiguo mentor lo recibió con una amplia sonrisa y sus ojos, azules e intensos como el mar, brillaron.

—Bienvenido a nuestra humilde morada, la segunda. Si quieres en vez de por la vía rápida puedo hacerte un tour por todo el edificio.

Adri sonrió un tanto abrumado por la propuesta, y aunque se moría de ganas por quedarse aquella tarde y todas las siguientes, el trabajo era lo primero.

—Quizá otro día, tengo un poco de prisa.

—Claro. Pues acompáñame.

—¿Vas a dejar la entrada sin nadie?

—Evelyn tiene que venir en el próximo turno, para el cual queda una hora todavía, y aunque podría avisarla, prefiero no hacerlo.

El chico vio asomarse a la preocupación en los ojos de Sebastian y no pudo evitar preguntar. Si fuera otra persona se hubiera contenido, pero él lo había entrenado, así que le tenía un cariño especial, igual que se lo tuvo a la reina. Sumido en sus pensamientos y sintiendo llegar a la tristeza, se apresuró a preguntar.

—¿Qué le pasa? —había sido demasiado directo.

—Se supone que nada, solo que está un poco sensible últimamente. Cullen piensa que a lo mejor le tendrán que cambiar la medicación. Creo que el hecho de que él esté tan alarmado es lo que en realidad la pone nerviosa, porque yo la he visto y no parece para tanto.

—No sé si deberías contarme todo esto.

—Eres demasiado duro contigo mismo, Cuervo.

El adolescente fue incapaz de disimular la sorpresa al oír el apodo.

—¿No te acuerdas? —dijo Sebastian mientras le daba al botón del ascensor y éste se abría de inmediato—. Me lo dijiste cuando aún te entrenaba. Ese era el nombre que te gustaría usar cuando llegaras al nivel de Leliana.

Si llegaba —corrigió.

—Estoy seguro de que lo harás, hasta puede que la superes. Elissa y yo teníamos muchas expectativas puestas en ti —con la emoción de la conversación se le había olvidado pulsar el botón de la planta a la que quería subir—. Perdón. Solo hay tres plantas, a las otras hay que subir andando. Yo aún las tengo —dijo refiriéndose a las expectativas—. Seguro que ella también, allá donde esté.

Las luces titilaron y ambos se intercambiaron una mirada.

—Pues eso —sonrió Sebastian.

No tardaron mucho en llegar a la última planta de instalaciones (el resto eran todo habitaciones). Atravesaron el pasillo y como no había otra manera de ir hasta los aposentos, Adri examinó todo cuanto le rodeaba (que no era gran cosa tampoco). Gracias a la magia de Amber, podíamos combinar estilos de ambos mundos. El suelo del pasillo era de piedra y estaba cubierto por la alfombra roja que destacaba en todas partes de las dos sedes, pero las paredes eran como las de una casa normal del mundo normal y estaban pintadas de gris claro. Nada más salir del ascensor, a la izquierda había dos puertas como las de las cocinas de los restaurantes, en las que se podía ver lo que había dentro de ambas salas.

—La primera lleva a la cocina y la segunda al comedor, aunque lo que ha tenido un éxito tremendo ha sido la cafetería.

La pared derecha estaba llena de puertas, como el pasillo era largo, había un montón. Las que estaban en frente de las de la cocina eran, bastante obvio por su forma, los congeladores y neveras. Y en las otras pues había un poco de todo... o de nada, ya que la mayoría eran solo salas vacías.

—Esas dos de ahí —Sebastian señaló dos puertas de madera, una en la esquina derecha del pasillo y la otra justo delante de ellos— son la despensa y la bodega. La cafetería tiene dos entradas.

Cuando se colocaron a la altura del que en menos de un mes, se estaba llevando todo el protagonismo del edificio, el pícaro adolescente entendió a lo que el adulto se refería. Aunque hubiera preferido pasar por en medio, no lo hizo, así que se limitó a echarle una mirada rápida a la sala (ya que no tenía puertas). Cuando doblaron la esquina los saludaron unas enormes escaleras doradas. Estaban justo después de la segunda entrada a la cafetería. La poca gente que había allí los saludaron y Adri sonrió tímido.

—Tenemos que subir tres plantas más —informó Sebastian.

Cuando llegaron a la primera, Adri le echó un vistazo a la primera puerta. Comparada con las otras, estaba un poco alejada. No le hacía falta preguntar para saber que era la mía.

—Se parece un poco a un hotel que hay en Girona, ¿no? —comentó curioso Adri.

—En ese nos hemos inspirado —contestó sabiendo a cuál se refería—. ¿Has estado?

—Sí —le respondió agachando la cabeza, acción que le provocó una sonrisa a su antiguo mentor.

Cailan tenía razón, en algunos sentidos éramos unos niños todavía (para aquel entonces), pero la mayoría de La Gran Familia nos había conocido más pequeños todavía. Sebastian en concreto conoció a Adri con trece y a mí el verano antes de entrar al instituto.

—Confío en que sabrás salir —se despidió cuando estuvieron delante de la puerta de la habitación de la maga, a lo que Adri asintió.

Sebastian se alejó de allí y Adri llamó a la puerta. Amber no tardó en abrirla.

—Pasa.

El pícaro hizo lo que se le dijo, pero no acabó de entrar en la habitación, en vez de eso, se quedó apoyando en la puerta. ¿Se sentiría intimidado? Casi podía sentir su máscara resquebrajarse.

—Visto que no nos vas a contar nada sobre Dragon Age 4, deja que te pregunte una cosa —optó por zanjar aquel tema de una vez por todas.

—Directo al grano, ¿eh? ¿Qué quieres?

—Las barreras, ya sabes, nadie está seguro de si es como las otras veces.

—¿Qué otras veces?

—Ya sabes —él chasqueó la lengua—. Cada vez que se avecinaba el nacimiento de un héroe fruto de lo que fuera que pasara en Thedas. De Dragon Age 2 a Dragon Age Inquisition se crearon unas barreras protectoras que nos evitaban ver lo que estaba pasando realmente en el continente.

—Sí —admitió Amber, para sorpresa de Adri—. Lo que está pasando ahora en Thedas lo mantienen oculto esas barreras, pero tampoco te creas que te estás perdiendo mucho. Las cosas van a ponerse feas pero no ahora. El año que viene, es más probable.

—¿Y hay alguna manera de desactivarlas?

—Hacerlo ahora es un suicidio, y de verdad, no está pasando prácticamente nada. De todos modos, no, no hay maneras, no se puede.

—Vale —Adri asintió solemne y dio la vuelta para marcharse, pero cuando puso una mano en el pomo de la puerta, las palabras de la maga lo detuvieron.

—Para ser honestos, me da igual que no te lo creas, porque es la verdad. No eres perfecto, tú intuición puede fallarte.

Él no contestó y se marchó de la sede, directo al chateau para informarme de la conversación. Amber le había mentido y nosotros teníamos la prueba de ello.

La Gran Familia. El otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora