22 octubre

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Estaba con Cailan en la biblioteca del Château de Horan.

Lady Horan, Loghain Mac Tir ha venido a verla.

—¿No te he dicho que no me hables así? Casi nadie de aquí lo hace ya, no quiero que seas una excepción.

El joven sirviente elfo sonrió.

—Gracias.

—No me las des, y tráeme a Loghain.

Celene me había regalado el castillo y cambiado el nombre después de purgarlo hacía varios meses. Briala me había conseguido guardias y sirvientes, ambos muy bien pagados, y con estancias para quedarse si lo requería. Cuando yo no estaba, el chateau recibía visitas diarias para comprobar que todo estaba en orden. Todos cobraban por ello también. Al principio cuando les dije que quería que sirvientes y guardias cobraran lo mismo, Celene y Briala se miraron un poco incómodas, aunque estuvieron de acuerdo y no les pareció mal, no creyeron que a los vigilantes les hiciera gracia, pero ninguno se atrevió a desafiar la voluntad de su emperatriz.

—Loghain —saludé con una sonrisa.

—Te veo bien.

—Mejor me voy —dijo el hombre rubio, levantándose—. O mejor me quedo—dijo con una mueca volviéndose a sentar.

—Vete, voy a estar bien —le dije sonriendo y con mi mano en su mejilla.

La tensión empezó a crecer de la nada y después de darle un beso en los labios a Cailan, el guerrero se fue y me dejó a solas con el general.

—¿Qué tan mal lo has pasado de camino? —sonreí burlona.

Loghain chasqueó la lengua.

—Vengo a decirte algo importante y que debería haberte dicho hace mucho.

Mi sonrisa desapareció para dar paso a una expresión seria y profesional.

—¿Qué ha pasado? —pregunté.

—Voy a marcharme a Montsimmard.

Mi cara de ignorancia sorprendió a Loghain.

—¿A dónde?

—A la sede que los guardas grises tienen aquí, en Orlais. De geografía vas justita.

Esta vez fui yo quién chasqueó la lengua.

—¿Vas a irte?

—No me pongas esa cara de cachorrito, aún me queda un tiempo en Ferelden... ¿Por qué te importo tanto?

—Qué más da eso ahora. ¿Sobrevivirás tú solo en Orlais?

—Me llevaré a los Elfos Nocturnos conmigo.

No sabía si eso era la respuesta a mi pregunta, o simplemente me estaba informando.

—¿Puedes? Bueno, teniendo en cuenta tu amor por Orlais... Dudo mucho que te vayan a denegar algo así.

—Exacto —dijo Loghain—. Pero aún no me marcho. Y cuando partáis volveré a Gwaren, así que...

—¿A qué se debe el retraso?

—Bueno, técnicamente aún no soy guarda gris. Lyna tiene que oficializar el ritual.

—Entiendo. Entiendo...

Loghain me miró extrañado.

—Dime una cosa —que Loghain fuera a irse de Ferelden me había hecho pensar en algo—. ¿Alistair y Rosie saben que vas a marcharte?

Lejos de no saber a qué me estaba refiriendo, Loghain entendió la referencia.

—Probablemente —pensó—. Y probablemente por eso han vuelto.

—Ya decía yo... —dije con los ojos entrecerrados.

Su mirada coincidió con la mía y después de eso, le pregunté sobre cómo estaba yendo el entrenamiento del equipo élfico y algo que me dijo me pareció curioso.

—No sé hasta qué punto es cierto, pero creo que tu amiga la bardo... Alba, no es la única que piensa que tres de mis despiadadas chicas deberían formar parte de vuestra Gran Familia.

La Gran Familia. El otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora