10 mayo

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Cailan se había enterado de la situación de Loghain y por si con un Theirin cabreado no fuera suficiente, se presentó en el Château de Horan con Alistair. ¿El problema? Que a mí me estaban pasando cosas tan raras que el shock que sufrieron el grupo que fue a Gwaren conmigo también lo pasaron ellos. Cuando los hermanos llegaron y preguntaron por mí, los mandaron al patio y la cara que tenían los sirvientes ya los había dejado un poco preocupados.

—¡Iker por el amor del Creador! —gritaba Adri desesperado—. ¡¿Es que el entrenamiento no te ha servido para nada?! ¡Apaga eso de una vez! Amber no puede trabajar así.

Las voces de los allí presentes se podían oír por todo castillo.

—¡Si me gritas así me pongo más nervioso! —se quejó el mago.

—¡No me jodas!

—¿Queréis hacer el favor de calmaros? —pidió Amber de mal humor.

La rabia que sentían los dos hermanos se evaporó como el agua a medida que se iban acercando al patio principal.

—¡Queda muy poca agua en la fuente! ¡Así no puedo conjurar nada!

—Maldita sea —se quejaba la maga—. Es imposible, no puedo sacar el móvil ni el ordenador con este calor, van a petar.

—Moriremos asfixiados entonces —protestó el pícaro.

Y en cuanto oyeron a Iker toser, los guerreros se echaron a correr para llegar de una vez por todas y averiguar qué estaba pasando allí y qué tenía que ver conmigo.

—¡Ha empezado a extenderse! —exclamó Adri empezando a toser también.

—¡Madre mía! —Cailan casi hace tropezar a Alistair cuando dio un salto hacia atrás para evitar una lengua de fuego que se acercó a su cara de manera peligrosa.

Yo estaba tumbada en medio del patio rodeada por un tornado de fuego que se había descontrolado y había provocado un incendio que, sin saber nadie como, se había extendido por todo el patio y en vez de avanzar hacia el castillo, se había quedado concentrado allí.

—¡Iker joder! —rugió Adri furioso, pues no podía creer que después de haber entrenado a su amigo y haberlo «graduado» de su entrenamiento no supiera siquiera hacer llover, por muy mínimo que fuera.

—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó Alistair dando manotazos al aire.

Adri no paraba de meterse con Iker. Era la única vez en la vida del adolescente que, ante una situación desesperada, se le había nublado por completo el juicio. Harto de oír a su amigo despotricar sobre él, el mago llegó al límite.

—A tomar por el culo —dijo acercándose a la fuente (que, en verano, haría de piscina) y metiéndose en ella.

Apenas había agua, pero con el potencial que guardaba Iker dentro de sí, ni falta que hacía.

—¡VALE YAAA! —rugió, harto de la actitud del pícaro arquero.

Levantó los brazos para coger impulso y le dio tan fuerte al suelo que lo hizo temblar. A la velocidad de la luz, la poca agua que había en la futura piscina se multiplicó a tales niveles que formó una ola enorme. Aunque yo estaba inconsciente, tirada allí en medio y rodeada de fuego, mi mente parecía haberse desdoblado. No estaba allí, pero al mismo tiempo sí. Iker se levantó del suelo con los brazos en alto y empujó la ola en mi dirección, pero sus dimensiones hicieron que se inundara el patio. El fuego se apagó y ante el contacto del agua me incorporé de golpe quedándome sentada y sintiendo que me faltaba el aire. Evidentemente, todos, incluido el propio Iker, acabamos empapados.

—¿Qué ha pasado? —pregunté antes de que me diera un ataque de tos que acabó vomitando agua.

Solo entonces, Iker, Amber y Adri se dieron cuenta de que habían llegado Cailan y Alistair.

—¿Estabais aquí? —preguntó la hacker.

—Habíamos venido a quejarnos de lo de Loghain, —dijo Alistair—, pero creo que nos hemos quedado sin palabras.

La maga se había quedado encantada mirando a Cailan. En vez de venir con armadura como haría todo el mundo, se había presentado allí con la parte baja de una armadura ligera y una camiseta blanca, que, con el agua, se le había quedado pegada al cuerpo.

—Esos abdominales tienen dueña —carraspeé para llamar la atención—. Bastante mojada estás ya. ¿Cuándo ha llovido, por cierto?

Amber sacudió la cabeza tratando salir de su ensoñación.

—¿Tienes eight pack? —fue lo único capaz de decir.

Como si no fuera alguien capaz de empotarte con solo mirarte, Cailan intentó, de manera inútil, tapar su figura. Jamás entendí como podía tener semejante dualidad.

—Los genes —sonrió Alistair—. Bueno qué, ¿nos vais a explicar qué ha pasado? Como mínimo, ya que hemos venido a sufrir la fuerza de la magia de Iker.

—¿Qué? —me extrañé.

Iker, que se había quedado sentado en la fuente vacía con los hombros caídos, se levantó para salir de allí y se volvió a agachar para poner la mano en la tierra.

—No quería dejarla sin agua —dijo mientras de la nada, se formaba un charco que se fue haciendo grande hasta que volvió a llenarse.

Cuando las cosas se hubieron calmado y los sirvientes y guardias nos trajeron toallas para secarnos, Adri narró lo sucedido.

—Había quedado con Asha para visitar el castillo, ya que era la primera vez que yo venía, y cuando llegamos al patio, de repente se para, y se desmaya.

Mientras mi mejor amigo lo explicaba, yo no podía parar de darle vueltas a lo que había visto mientras estaba inconsciente.

—... yo pensaba que era uno de los hechizos de la rama del fuego —contaba Amber, que había tomado el relevo—. Infierno. Y se supone que lo es, pero entonces la magia ha empezado a descontrolarse y ya no hemos podido hacer nada. Como estaba con Iker probando una aplicación barra hechizo que me ayudara a analizar todas las habilidades que posee, y cuando Adri me ha llamado ya se había empezado a descontrolar, pues me lo he traído.

—Mi fuego no hace daño en el sentido de que, mirad el patio, ¿veis algo quemado?

Todos inspeccionaron el espacio y no, no había nada quemado, mojado sí, pero quemado no.

—Solo si quiero —expliqué, aunque eso era igual, en principio, para todos los magos—. Y esta vez no he querido, pero no sé por qué sí que os ha afectado, aunque haya sido mínimamente.

Nos quedamos en silencio, pensando, solo se oía el ajetreo de la gente que trabajaba en el castillo.

—Si el hechizo estuviera terminado —intervino Amber—, podría escanearte y encontrarle una explicación a lo que ha pasado, pero como no está ni a medias, solo podemos deducir que es porque debías estar en una situación de estrés máximo y no te has dado cuenta hasta que has explotado. O igual ha sido un efecto secundario de los Recuerdos Presentes.

Otro silencio. Se estaba haciendo de noche.

—Bueno —me levanté—. Ya que estáis, os quedáis a cenar, ¿no? Y de mientras os hago un tour. Esto es más grande de lo que parece —sonreí.

La Gran Familia. El otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora