6 diciembre

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Por primera vez en muchos años, o mejor dicho desde que conozco a Varric, íbamos a celebrar su cumpleaños fuera de su taberna predilecta, donde además tenía una suite, el Ahorcado. Celene, que desde que llegó a La Gran Familia no había parado de sorprendernos (para bien), le había propuesto al cumpleañero celebrar su cumpleaños en Halamshiral. Al principio, el enano pareció dispuesto a negarse, pero el plan de Celene era bastante irresistible.

Tan poco inusual como la elección de Varric de no desayunar en el Ahorcado, había sido la gente que asistió al desayuno. Yo, Andrea Hawke, Evelyn, Los Pequeños Invisibles, Mahanon, Isabela, Leliana, Adri, Ribas, Judith y las propias Celene y Briala fuimos los elegidos para acompañar al pícaro en su desayuno de cumpleaños.

—¿Esta tarde qué haremos?

—Pues no sé Melenas, no había pensado en nada.

Aunque lo conocía desde hacía ya mucho tiempo, aún seguía sorprendiéndome la facilidad de Varric por ponerle apodos a todo el mundo. Melenas era Mahanon, claro. La explicación que el enano había dado era el pelo del elfo. Mahanon no tenía la melena rubia de Cailan, pero también tenía el pelo largo, y rubio, que llevaba siempre medio recogido medio suelto.

—Hey —intervine—. Esta tarde íbamos a ir a Espinelvas.

Espinelvas era un pueblo de Girona al que había ido de pequeña durante aquella época, ya que hacían la feria del abeto.

—¿Todos? —preguntó Koko, el único chico de los Pequeños Invisibles.

—¡Claro! —le respondió su hermana pequeña, Princesa, al tiempo que le daba un manotazo en el hombro.

De los cinco hijos de la forma animal de Paula, solo uno no había planeado unirse al pequeño pero de élite grupo de espías que Varric y Mahanon habían formado (sobre todo Varric). Todos tenían la misma edad a diferencia de Princesa, que era un año más pequeña. Y como todos, ella tampoco había hecho ni iba a hacer el cambio permanente a humana, ya que Varric los había entrenado para usar ambas formas.

—¿De paseo esta tarde? Te quejarás, Varric —sonrió Judith.

—Vosotros tres también estáis incluidos en el plan, Vizcayina —recordó el enano, haciendo alusión a Adri y Ribas también.

—¿Ah sí? —se sorprendieron los chicos.

—¡Sí! —exclamó Leliana—. ¿Nadie os lo había dicho?

—No —contestaron ambos a la vez.

—Pues ahora ya lo sabéis —sonrió la Divina Victoria.

—Qué ilusión —otra de las pequeñas invisibles, Lexi.

El desayuno acababa de llegar, y tras un silencio para repartirnos lo que nos habían traído, volvimos a la carga, charlando y comiendo alegremente.

—Bueno Varric, si no te lo pregunto reviento —rio Judith—. ¿Los motes que nos pones a qué se deben? Quiero decir, soy muy fan y necesito saber de dónde sacas esa inspiración

—Pues mira, el tuyo es Vizcayina simplemente porque te llamas Vizcaya de apellido. Igual que por ejemplo, es de Isabela es rivaína porque es de Rivain —explicó echándole una mirada a la pirata, a lo que ella asintió—. Aunque siempre depende de la persona, claro.

—¿Y tienes apodos para toda La Gran Familia? —preguntó Pau sorprendido.

—Sí.

—Y para los que no también —interrumpió divertida Evelyn.

—¿Entonces yo también tengo? —quiso saber mi amigo y compañero de equipo.

—Para mí, llamarte Ribas ya es apodo suficiente, aunque no lo sea.

—Cierto, a Cris por ejemplo, la llama Hawke —dijo Teddy.

—¿Pero Hawke no es Andrea? —preguntó el chico.

—No —respondió ésta—. Yo soy diplomática.

—Bueno ya —interrumpió Pau.

—No. Me refiero a que mi apodo es Diplomática.

—Ya lo sé, era broma —dijo el chico entre risas.

Durante toda la mañana hasta casi la hora de comer, el tema estrella fueron los motes, aunque también hablamos de otras cosas, como por ejemplo, de la comida que nos esperaba en Feudo o de la tarde que íbamos a pasar. Y aunque de los otros dos también se podían crear rumores, sobre todo de Ribas, la única fuerza que se hizo más potente fue la del retorno de Adri a La Gran Familia. Qué gracia, ni siquiera Nelika y sus visiones habían podido adivinar lo que el futuro nos deparaba con respecto a aquellas tres personas. Y menos mal que no se nos ocurrió pedirle a la enana que intentara hacernos un avance sobre lo que estaba por venir, porque ella ya había perdido toda esperanza en el control de sus visiones, ya fueran reales o no.

Al mediodía, y aprovechando el buen tiempo que hacía (nada que ver con el día anterior) en vez de comer en el gran comedor de Feudo, que también hacía de sala del trono, habíamos decidido comer en el patio de la entrada. Evidentemente y como éramos muchos, las tiendas las tuvimos que mover y por poco no comemos en los establos, como estaba nevado, nos costó un poco preparar las mesas y tuvimos que comer rodeado de fogatas, pero nos lo pasamos muy bien. Igual que los tres invitados, que no parecieron para nada incómodos.

Después de intentar no entretenernos para no llegar tarde a la feria, fuimos hasta la sede de Girona y allí subimos todos al bus de Sebastian, que ahora tenía dos plantas. Judith estaba totalmente maravillada ante la magia de como el bus se había transformado.

Cuando hubimos visto el pueblo, comprado un poco de todo, y elegido abetos para ambas sedes, Niall bromeó con que podríamos ir hasta San Sebastián y pasar allí el fin de semana antes de volver para la boda de Maxwell y Anora, que se casaban el domingo en Perelada, en el mismo castillo en el que se había casado Evelyn. Yo era de esas personas que por muy imposible que fuera, se agarraba a la idea como si en ello me fuera la vida, broma o no. Al final, la broma se convirtió en realidad gracias sobre todo a mí. Así que planeamos el fin de semana. Portu y Judith habían venido desde allí con el coche del jugador, lo que creó la duda sobre si pasar por la sede o no. Lo que decidimos al final fue dejar el coche aquí, y el día siete después de cenar volver. Así pues, aprovechando algunas habilidades mágicas y la comida que habíamos comprado, cocinamos (bueno, más o menos) una cena deliciosa. Nos esperaban más de cuatro horas de camino.

La Gran Familia. El otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora