10 febrero

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A primera hora, Celene, Kate, Andrea Trevelyan, y Laura Hernández vinieron a desayunar a casa. Hernández era una joven madrileña de la edad de su tocaya y mi prima, Laura Chamorro, que tuvo que venirse a vivir a Girona porque su hermana mayor había tenido que trasladarse aquí a trabajar.

Cristian había vuelto a saltarse algún entrenamiento y no sé cómo había hecho Evelyn para enterarse. La maga me llamaba la atención sobre el tema cada vez que podía y ya me tenía cansada, así que Niall y yo organizamos una comida para hablarle al jugador nacido en un pueblo de Murcia de la situación. ¿El problema? Los jefes de La Gran Familia y el murciano no éramos los únicos que íbamos a estar. Habíamos llamado a algunas personas para que nos ofrecieran apoyo moral con su presencia, porque sabíamos que el tema era delicado y que podría acabar en pelea, además de a las chicas, que también se habían quedado. Ellas y Evelyn eran las únicas que sabían de lo que se iba a hablar en la comida, a los demás no les habíamos dicho nada para no crear tensión de antemano. La Inquisidora no podía faltar a la comida; había vuelto a recordarme (cada vez que salía lo de Portu), que a mí no me hacía falta estudiar y que debería entrenar a jóvenes promesas en vez de perder el tiempo en clase, aunque no sé qué tenía que ver una cosa con la otra. Lo peor de todo era que tenía razón, no me importaba una mierda lo que me enseñaban, era una estudiante nefasta y la única cultura que me interesaba aprender ya me la sabía. Además, gozando de los dones de cantar y bailar, ¿qué pintaba yo en un aula? Claro que ir a una universidad thedosiana era una opción que había contemplado siempre, evidentemente, pero por favor, Thedas es Thedas.

—He invitado a Portu a comer —comentó Niall.

—Ajá. ¿Y por qué esa cara? —me extrañé.

—También he invitado a Evelyn, y muy a mi pesar, a Cailan —el irlandés hizo una pausa—. Vik también vendrá, y las chicas se quedan.

—Se va a liar —dijo Celene pasando por allí.

—Nosotras cuatro nos quedamos —informó Laura, que tenía el pelo ondulado, rubio ceniza y los ojos verde oliva, aunque ya lo sabía.

—Yo igual puedo controlar un poquito la ira eléctrica de mi hermana —se sumó Andrea.

Niall y yo nos miramos preocupados.

Poco a poco, los invitados fueron llegando.

—Lo siento muchísimo —se lamentó Portu con una mueca—. No he podido evitar que viniera.

—¡Hola! —saludó el acoplado—. ¿Está Asha?

Niall hizo una señal hacia el comedor y cerró la puerta después de que entrara.

—¡Hola guapa!

—¡Borja! ¿Qué haces aquí? —dije al tiempo que abrazaba a mi madrileño favorito.

Mi segundo jugador favorito. Mi historia con Borja García, compañero y mejor amigo de Portu en el equipo, había surgido casi por accidente. Cris se lesionó y no tenía a nadie que me pudiera hacer llegar la entrada para el partido, así que le pidió ayuda a Borja para hacerlo, aunque en un futuro se arrepentiría mucho más de lo que ya hacía. Al madrileño le caí bien y seguimos quedando para conocernos. Además, había oído tanto hablar sobre la familia y sobre Thedas (por mi parte y por la de Portu) que le había entrado curiosidad por «aquel mundillo». El problema era que quiso convertirse en un thedosiano más y unirse a nuestra causa, pero si Borja se unía, el equipo acabaría perdiendo a los dos jugadores, Portu no podía permitirlo así que él y yo le prohibimos terminantemente que pusiera un pie en Thedas. Si hubiéramos sabido lo que el jugador tenía entre manos, nunca nos lo hubiéramos imaginado, ni siquiera cuando... Bueno, aún quedaba más de un año para que sucediera aquella parte de nuestras vidas, aunque tampoco lo sospechamos cuando ocurrió.

—He venido a comer —sonrió.

—Genial —sonreí—. Seguro que habrá comida de sobra.

Incapaces de empezar, toda la comida transcurrió en un completo silencio que nadie supo cómo romper. Al principio Borja era el único que le daba vida a aquella quedada frustrada, pero al comprender que allí estaba pasando algo, también dejó de hablar.

Lo que realmente nos sorprendió de todo aquello, fue que ni Celene ni Andrea fueron capaces de pronunciar una sola palabra. Ellas, que eran las que menos escrúpulos tenían y que de hecho, podrían haber conducido la conversación ellas solitas. 

Y lo peor de todo, ya para rematar, fue que las personas a las que habíamos llamado para secretamente ofrecernos apoyo moral, no tenían ni idea de lo que estaba pasando ahí y de dónde había salido la tensión esa con la que transcurrió toda la comida.

Jamás descubrimos el secreto que, ya para aquel entones, guardaba el mismísimo Borja. Incluso con lo que pasó al año siguiente... delante de nuestras narices e hizo falta que estallara la guerra para, como iba a pasar con Tom Holland, recibir noticias del exterior cuando supuestamente era cien por cien imposible.

La Gran Familia. El otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora