23 diciembre

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Últimamente Niall y yo estábamos siendo demasiado ingenuos con respecto al liderazgo de La Gran Familia. La fiesta en Ostagar había sido maravillosa, pero la alegría nos duró poco a todos.

Estábamos en el piso, la primera vivienda que se compró Niall, y que yo conocía porque había vivido antes de alquilada una familiar biológica. De hecho, después de mudarse, yo misma le sugerí a Niall que se lo comprara cuando decidió quedarse. El problema era que la dueña del piso no quería venderlo, pero Niall empezó a subir la cifra, el doble, el triple, lo que ella quisiera, y al ver que el irlandés iba completamente en serio y que no iba a parar de subir hasta que no le alquilara el piso, sino hasta que se lo vendiera, ella cedió. Al final, Niall solo pagó el doble, pero tenía casa propia y la hipoteca completamente pagada.

Como no hacían nada interesante en la televisión, entramos en el canal de YouTube que teníamos La Gran Familia y pusimos vídeos al azar, al menos para llenar el espacio, y no dejar que el tema de conversación que íbamos a tener acabara con nosotros.

—Andrea volvió a desaparecer ayer por la mañana —suspiró Niall—. Había quedado con ella por la tarde y al mediodía ya se había esfumado.

—Lo sé, yo había quedado con ella para comer, pero me llamó diciendo que al final no podía. Al menos conmigo pareció sincera.

—Y conmigo. ¿Sabes que a Maxwell tampoco lo dirige la palabra?

—Ya, y no acabo de entender por qué, quiero decir, Cullen vale, porque él también deber estar al corriente de lo que sea que está pasando, ¿pero Maxwell? Su hermano es tan ajeno a esto como ella. Ni siquiera va a estar en Tevinter —suspiré.

—Ya —mi tutor legal me dio la razón—. ¿Tú como ves a Evelyn? Creo que esto le ha afectado hasta a la salud, ayer en la sede de aquí, pasé por delante de su habitación y la oí vomitar.

—Qué dices, joder...

—Lo que oyes. Nosotros como jefes podemos lidiar con otro tipo de problemas, pero si eso afecta a la salud ya... ¿Por qué me miras así? —preguntó Niall al verme una sonrisa divertida en el rostro.

—Nosotros como jefes —repetí sin dejar de sonreír.

—Me preocupo por la familia —sonrió Niall también.

—Lo sé.

Nos quedamos un rato así hasta que él apartó la mirada.

—Como parte del linaje real ¿tienes un plan por si la magia de la Navidad falla? —preguntó Niall medio en broma, provocándome una carcajada—. ¿Qué? No puedo ser el único que está al día de lo que pasa en el reino y como nuestros súbditos cuchichean: «Oh, La Gran Familia es como un reino donde Asha y Niall son los monarcas, a lo Ferelden». «¿Sabes que Ferelden no es el único reino dónde gobierna una monarquía verdad?» «Claro que lo sé, joder, ya sabes a lo que me refiero. Asha sería la que lleva la sangre real y Niall el rey consorte». «Evidentemente».

—¿Del WhatsApp de quién has leído esa conversación? —pregunté entre carcajadas.

—De ninguno, gilipollas —dijo Niall fingiendo ofenderse—. A ver si te crees que eres la única que se pasea por las sedes así porque sí.

—Yo no hago eso.

—No, es verdad, prefieres estirarte en cualquier rincón de Feudo a que pase la Dragon Age. «¡Hay una rata en la cocina! Ah no, que es Asha. Llévate la escoba niño, casi le damos por el culo a la Dama de Fuego».

—¡Oye! —protesté—. ¿Cuándo ha pasado eso?

«Perdón, es que es Feudo». «¿Y no hay rincones más interesantes y menos literales? Quiero decir, el almacén de la cocina lo que se dice interesante no es...» «Qué más da, es Feudo».

—Para de imitarme. Uy que subidito estás con el tema actuando desde que te viste en el cine con DAETU.

—Es que actúo muy bien.

—Efectivamente que actúo muy bien, pero para de imitarme.

Niall me miró con la cabeza inclinada y chasqueó la lengua.

—Idiota —sonreí.

Otra vez nos quedamos mirando, sonriendo, pero esta vez, fui yo quien apartó la mirada.

—Esto se nos está yendo de las manos —se adelantó Niall a mis pensamientos —. Volvamos al tema del que estamos hablando. La Gran Familia, en general ¿Tú como los ves?

—Pues mal, pero recuperando lo que has dicho antes, sí, si el espíritu navideño falla, me guardo un as bajo la manga.

—¿Cuál? —inquirió mi estimadísimo tutor legal.

—Bueno, en verdad puede que no sea tan secreto, al final de la reunión del día treinta haré un discurso. El discurso familiar tendría que servir para estabilizar las cosas.

—¿Y si no lo hace?

—Tiene que hacerlo.

—Oye —siguió parloteando Niall—, ¿no crees que pasar las navidades todos juntos puede aumentar el riesgo de roces innecesarios?

—No —negué, convencidísima—. Es la primera que vamos a estar todos al completo... pero no. Además, si los famosos no quisieran quedarse, ya lo sabríamos. Ellos saben que si están aquí es hasta el final.

Niall asintió pensativo.

—Si hay que preocuparse por alguien, es por Andrea —continué con mi discurso—. Y si Evelyn se encuentra anímicamente mal ya sea por esto o por otra cosa, Anders no es el único sanador que tenemos, también está Rosie.

—Es verdad. And what about ¿los planes navideños? ¿Puedes refrescarme la agenda?

—Sí, claro —dije levantándome del sofá para ir a coger una libreta Oxford grande y rosa que había en un cajón en el mueble donde estaba la televisión—. Toma, está todo aquí apuntado, léetelo.

—A ver...

Aquella noche, yo y Niall fuimos a dormir a la sede de Girona. Algo de lo que comí debió sentarme mal porque en cuanto llegué fui directa a mi habitación y me metí en el lavabo a vomitar. Salí a pasear por el complejo entero para relajarme y cuando pasé por delante de la habitación de Evelyn, la oí vomitar también. Coño, a ver si nos vamos a poner todos malos ahora. Sin darme cuenta, me había quedado parada delante de su puerta. Evelyn salió, dándome un susto casi de muerte, y no porque tuviera la cara roja y llorosa, (de hecho, una lágrima solitaria se deslizaba desde su ojo derecho) sino porque no me esperaba que fuera a salir.

—Hostia puta... —voté con la mano puesta en el corazón, casi se me para.

—Lo siento, he vomitado porque... no me encuentro bien, debo haber comido algo en mal estado —explicó casi con un hilo de voz.

—Tranquila, yo estoy igual.

Nos quedamos mirando a los ojos sin saber muy bien por qué. Hasta que algo pareció removerse en mi interior.

—¿Qué pasa? —preguntó—. Te has puesto pálida.

—Eh... —balbuceé—. ¿Quieres que quedemos mañana? Para desayunar, o para comer, o para las dos cosas.

—Sí. Vale.

—Vale —repetí—. Pues nos vemos mañana.

Evelyn salió de la habitación y se marchó por dónde venía yo. Continué caminando un rato más y cuando hube recorrido toda la sede, volví a la habitación. ¿Qué estás haciendo, Horancita? ¿Qué estáis haciendo?

La Gran Familia. El otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora