26 abril

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No era la primera vez que Ester iba a Thedas, antes de que Kieran la reclutase para su equipo, había venido conmigo un par de veces para descubrir en que campo se movía mejor, aunque siempre lo había tenido clarísimo. Por otra parte, dos de las parejas de los Wolves había pasado por momentos complicados, aunque solo una había decidido dejarlo; la otra simplemente había dejado de hablarse hasta nuevo aviso. Entre la pérdida de un puesto en la Inquisición y las últimas circunstancias alrededor de la muerte de Elissa, el estado emocional de Adri había caído en picado e irremediablemente su relación con Alba se vio afectada. Llevaba días como en una especie de trance en que el mundo le parecía borroso y distante, unas veces le costaba hasta respirar y otras no sabía ni lo que hacía. Necesitaba entretenerse con algo, lo que fuera para no pensar no solo en los últimos meses, sino en los últimos años.

—¿Qué hace ella aquí? —preguntó Alba al ver a su chico ayudando a una pícara a colocarse bien para disparar. Dicha arquera era ni más ni menos que, sí, Ester.

—Entrenar. He pensado que en mi tiempo libre puedo entrenar a los reclutas —le contestó éste—. Alba...

—No me toques. ¿Sabes? Ojalá nunca hubiera sobrevivido. Así no te hubiera conocido y ahora no tendría ganas de desaparecer para siempre.

—Alba, por favor...

—No te me acerques...

—¿Qué haces tú aquí? —Kieran, que también estaba por allí, se acercó a Ester.

—¡Hola Kieran! He pensado que podría...

—No. ¡No has pensado! ¡¿Cómo se te ocurre venir?!

—Pero...

—Sabes perfectamente que Paula ha subido fotos con nosotros —le reprochó su mentor—. Y ahora te ven a ti entrenando en Feudo.

—¡Pero Theron! Los demás no...

—¡Los demás no joder, pero Adri sí! ¿Crees que no se dará cuenta de que pasa algo? Tiene una mente brutal. Con dieciséis años iba a ocupar el puesto de maestro espía de la Inquisición. ¿¡Qué crío de dieciséis años ocupa un cargo así!?

—Perdona... No volverá a pasar.

—¡¡Qué no te me acerques!! —Alba sacó la daga que llevaba escondida en la bota y con la velocidad de un rayo, se la clavó al chico en el estómago y salió corriendo.

—Alba... —la arquera salió corriendo tras la chica.

—¡Adri! —gritó Theron acudiendo hacia el chico rápidamente.

El equipo médico ya se estaba encargando de él.

—Alba, espera por favor... Sé que Adri se ha podido comportar como un idiota, pero tiene una razón muy grande, enorme.

La futura bardo se detuvo en seco y se giró hacia la chica.

—Tú. Tú eres la razón y lo sabes, Ester.

—Ojalá, pero te prometo que no lo soy.

—¿Por qué me ha hecho esto...? Pensaba que me quería... Pensaba que... Que...

Ester abrazó a la chica para que no hablara.

—Adri no sabe lo que hace, está teniendo problemas con todo y con todos.

—¿Se puede saber qué has hecho para que Alba te apuñale? —dijo Kieran llegando donde estaba mi mejor amigo.

—No es el momento —lo reprendió una de las curanderas.

A pesar de que Adri no se había dado cuenta, yo sí. Una parte de mí entendía la amistad tan repentina de Kieran con su equipo secreto, ya que en La Gran Familia esas cosas pasaban a menudo, pero el hecho de que solo tres de ellos fueran parte de la familia me hacía dudar, aunque aún nos quedaban años hasta averiguar realmente la verdad sobre aquella amistad. Conocía a mi mejor amigo y una de las cosas por las que hubiera sido el sustituto perfecto de Leliana era que, teoría conspiratoria que se imaginaba, teoría conspiratoria que se cumplía, así que, ¿quién mejor que él para resolver dudas como aquella? Aun hoy en día no entiendo como no lo vimos hasta que la guerra se nos cernió encima. ¿Con lo que había cambiado Adri y no fue capaz de verlo ni en su mejor momento como maestro espía? Aquel día había quedado con él en la parte superior de los establos para comentarle lo que pensaba sobre el tema.

—¿No te parece extraño que se hayan hecho todos muy amigos así de la nada?

—No lo sé, ahora mismo no puedo pensar con claridad.

—Pues pídele a Alba que te ayude.

—Ya...

—¿Qué pasa?

—No sé si es la mejor opción...

—Adri no entiendo nada.

—Ya no salimos.

—¿Cómo?

El pícaro se levantó la camiseta para mostrarme la cicatriz de la daga.

—Vale, creo que necesitas alejarte de todo esto durante un tiempo. No puedes pensar con claridad.

—Podría irme a Kirkwall, quizá lejos del sur serviría...

—No me refiero a eso, hermano. Aléjate de Thedas por un tiempo, no vuelvas por aquí.

—Pero no puedo, no puedo hacer eso, me necesitáis.

—Tú te necesitas ahora, deberías preocuparte más por ti. No estás bien y debes alejarte, porque estás así por la búsqueda y por la disolución de la Inquisición, ¿ves? Todo relacionado con este mundo. Pero te ayudaré, porque eres mi hermano y no puedo verte así.

—¿Qué harás?

Sonreí.

—Si te lo digo pierde la gracia.

Y así, con esa decisión, los engranajes del destino empezaron a ponerse en marcha.

La Gran Familia. El otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora