21 diciembre

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En cuanto el sol empezó a salir, el viejo santuario de Ostagar ya albergaba a las personas que iban a inaugurar oficialmente la fortaleza convirtiéndose en guardas grises. Diego no podía debido a su condición de sable, pero Lola y Tallis sí. Alistair sería el encargado de oficializar el nombramiento de las pelirrojas, con Diego como testigo.

—La última vez que estuvimos aquí, Elissa se convirtió en guarda gris, Cailan era el rey... Duncan estaba vivo —Alistair tenía muchas ganas de ser quien presidiera la ceremonia, pero no pudo evitar que los recuerdos lo invadieran.

Allí empezó todo. El actual rey de Ferelden ya había asumido la muerte del que fue su mentor, Duncan, pero era inevitable no pensar en ello. Él y Elissa ya no estaban, y si no fuera por la extraña y desconocida magia que nos devolvió a Cailan, él tampoco estaría, y eso pesaba igual para los dos hermanos. El que él hubiera vuelto y ellos se marcharan solo hacía que aumentar el dolor que sentía a veces. La depresión, los pensamientos oscuros, los cortes, el coma... Cailan lo había pasado muy mal desde que a finales del verano de dos mil quince apareciera en la puerta de la que ahora es mi casa y la de Niall. Su historia de superación era una de las cosas que más me gustaban de él, como la mía... Maltratada por una familia a la que no le gustaba como era, y que había hecho lo imposible por cambiar mi manera de ser. Manipulaciones, privarme de salir, privarme del dinero, aprovechaban la más mínima e insignificante oportunidad para atacarme, humillarme delante de la gente, decirme que estaba loca, que era rara. No podía nunca hablar con ellos. Tenía que sacar dieces a pesar de que no podía y hacer las cosas como ellos querían, cuando ellos querían, y de la manera que ellos querían, no les parecía bien nada de lo que hacía, y cuando les seguía el rollo les importaba una mierda. Eran lo peor. Además, también me provocaban constantemente ataques de ansiedad, y ante los demás eran unos falsos. Hijos de puta... Me ahogaban. Y cuando llegó Niall, lo denunciaron por supuesto secuestro. ¿Qué clase de familia hacía algo así? No alguien que pudiera llamarse familia, desde luego. Lo había intentado con todas mis fuerzas, el no enamorarme de Cailan, pero después de la primera vez vino una segunda, y una tercera, y una cuarta...Intentaba no caer en su juego, pero me encantaba jugar.

—¿Quieres decir unas palabras Diego? —se recompuso Alistair después de que Lola y Tallis lo abrazaran para animarlo.

El sable asintió solemnemente y pronunció las palabras que se decían antes de entregarles la copa con la sangre de engendros tenebrosos a los futuros guardas grises.

—Uníos, hermanos y hermanas. Uníos en las sombras, donde permanecemos vigilantes. Uníos mientras cumplimos nuestro deber, aquel que no puede ser olvidado. Y si perecéis, sabed que vuestro sacrificio no será en vano, y que algún día nos volveremos a unir.

Diego dio un paso atrás, y Alistair hacia delante, con la copa en la mano.

—Lola, un paso al frente por favor.

Ella dio un paso al frente.

—Lola Hawke, a partir de ahora eres una guarda gris —dijo entregándole el cáliz.

Ésta dio un trago y Alistair cogió otra vez la copa. La pícara pestañeó y sus pupilas desaparecieron.

—Madre mía... —susurró Alistair—. Yo pensaba que solo Oghren era capaz de aguantar de pie semejante brebaje.

Lola sonrió, aún sin pupilas.

—Bueno, estoy un poco mareada.

—No me extraña, Oghren también lo estaba. Vete a descansar, los demás prepararemos esto.

—¿Tú te desmayaste Alistair? —preguntó Diego, a lo que Lola contestó con una carcajada.

—Sí, claro —admitió con una mueca—. Y tú vete a descansar.

La Gran Familia. El otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora