6 enero

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A la mañana siguiente, alguien nos despertó a todos recorriendo los pasillos y llamando a todas las puertas.

—¡Arriba, Gran Familia! Alguien ha dejado regalos bajo el árbol de la entrada.

En poco tiempo, todos estábamos en la entrada; algunos cuchicheaban delante de alguien que brillaba mucho.

—Uh, ha venido enfundado en la armadura real, me encanta —dijo alguien.

—¿Ese es mi hermano?

Esto me huele a frase épica y típica de Alistair, tengo que grabarlo.

—Como hoy es el día de reyes y yo soy rey, he pensado en que podría traeros algún regalito, así que... —sonrió haciendo un gesto a los paquetes de debajo del árbol.

Una mujer de uno setenta, con la cara muy lisa, ojos verdes claros y una melena de león del tono más claro que hay de rubio natural, estaba apoyada en un rincón mientras miraba sonriente a la gente abriendo los regalos, y cuando el rey la miró a ella, ésta le guiñó el ojo, a lo que Alistair respondió inclinando la cabeza con una sonrisa.

—Pareces mucho más alto con la armadura puesta, rubiales —bromeé.

—¿En serio? —sonrió él—. Entonces voy a tener que dejártela.

—Ya está, ya has tenido que hacer el chiste del día, ¿te crees muy gracioso? —dije en tono burlón y haciéndome la ofendida.

—Me ha salido del alma —rio él—. Anda, te quedan dos paquetes más, búscalos.

Sonreí y me puse a buscar algún regalo más que llevara mi nombre.

—Celene, creo que tú también tienes algo —sonrió Alistair.

La historia que compartían los reinos sureños de Thedas había sido cuanto menos, sangrienta. Orlais invadió Ferelden hasta en dos ocasiones, pero fue la segunda la que el reino de mi corazón sufrió más. Los orlesianos ocuparon Ferelden durante setenta años, saquearon las calles de las ciudades del reino, mataron a los ciudadanos que no les juraban lealtad, y llegaron a destronar casi tres generaciones de reyes. El padre de Alistair y Cailan, que para aquel entonces era el príncipe Maric, se vio obligado a reconstruir el ejército rebelde que durante años había estado malviviendo de un lado al otro del reino huyendo de los chevaliers orlesianos, tras la muerte de su madre a manos de sus hombres de confianza, que vendieron a su legítima reina por dinero sucio. Había un libro llamado Dragon Age El Trono Usurpado que narraba la historia. Leer DAETU marcó un antes y un después en mi vida, mi ya de por si odio a Orlais aumentó considerablemente, pero algo que se me quedó grabado a fuego fue uno de los protagonistas de aquella historia. Huyendo de los asesinos de su madre, Maric se encontró con dos cazadores furtivos que también llevaban toda su vida huyendo de los orlesianos, aunque las circunstancias de ambos no tenían nada que ver, uno de los cazadores le ofreció al joven hombre rubio el acogerlo en el campamento, los dos tenían dieciocho años. A medida que la historia avanzaba, sentía como algo dentro de mí se rompía por completo. Además de la reina Rowan, que para aquel entonces aún no lo era, el otro fiel seguidor de Maric, era Loghain. Por mucho que lo intentaba, era incapaz de ver a Loghain de la misma manera después de leer aquella historia, aunque el carácter del hombre no había cambiado apenas, yo había conocido a un Loghain que no tenía mucho que ver con el monstruo que era para Ferelden desde que traicionó a Cailan y se convirtió en un criminal, pero sentía algo muy fuerte dentro mí que me decía que el fiel escudero del príncipe Maric seguía enterrado en alguna parte de su interior, rodeado por muros de argentita aparentemente impenetrables. Aquel pálpito había sido una de las razones con más peso que tenía para justificar lo que estaba haciendo. Afortunadamente, muchos años después de la liberación del que para mí, era mi pueblo, en el trono orlesiano se sentaba una emperatriz que nada tenía que ver con sus antepasados lunáticos. Ella era partidaria de la paz, y no tenía intención alguna de que ambos reinos siguieran enemistados, así que hacía un par de años, quizá más, Ferelden y Orlais firmaron por fin un tratado de paz y pusieron fin a décadas de tensiones y amenazas constantes de guerra, que ella siempre tenía que acabar sofocando. Algunos la consideraban débil, otros, una eminencia.

La Gran Familia. El otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora