15 diciembre

13 4 0
                                    

Desgraciadamente, no solo los que no sabían nada estaban mal, también los que sí sabíamos algo. Evelyn había tenido problemas ese verano con respecto a su salud, por eso no podía ponerse nerviosa más de lo normal, y aunque no había sido nada, daba que pensar. Desde que se recuperó de la noticia y el episodio depresivo de que era bipolar, había seguido tranquilamente con su vida sin problema alguno, y aunque tenía que vivir medicada, no le importaba. El problema era que se había instalado en ella una tensión de la que le costaba librarse cada vez más, y se ponía a la defensiva casi constantemente. Además, el silencio de su hermana no le gustaba nada, precisamente porque la conocía lo suficiente como para saber que, (ella, que hablaba hasta por los codos) cuando estaba ausente de aquella manera solo podía significar dos cosas; o que estaba deprimida, o que estaba maquinando algo, y tal y como había reaccionado la madrugada del viernes, todo indicaba a que era lo segundo. Pero por desgracia no tenía ni idea del qué, y tampoco se atrevía a averiguarlo por ella misma.

Aquel domingo, Amber llegaba de Estados Unidos después de haber asistido a la gala como parte del equipo de Bioware. Y Andrea Trevelyan, que salía de su habitación en Feudo por primera vez en dos días, había cogido su coche camino al aeropuerto de Barcelona, donde aterrizaba el vuelo de la maga hacker. Cuando Andrea llegó, buscó la terminal por la que bajaría Amber y se esperó hasta que apareciera. En cuanto vio a la del pelo plateado, se levantó de un salto y se dirigió hacia ella. Amber, que de alguna manera se esperaba una bienvenida así, se detuvo lista para recibir el veneno de la chica. Ella medía un metro setenta y Andrea uno ochenta y seis, pero no se dejó intimidar y le aguantó la mirada. Hasta que la guerrera se dio la vuelta y se marchó por donde había venido. Amber cogió una bocanada de aire y su pecho se hinchó como un balón de playa. Cuando lo soltó siguió su camino. Y mientras que la maga se fue a la sede de Girona, la hermana pequeña de la Inquisidora volvió a Feudo.

Durante todo el camino, había estado pensando mucho en una idea que se le había ocurrido después de que en The Game Awards no se anunciara nada sobre Dragon Age. La guerrera nos pidió a mí y a Adri que nos reuniéramos un momento con ella en la sala del consejo.

—Necesito que me digáis cómo se desactivan las barreras —ordenó—. Ya hemos esperado suficiente, no tengo más paciencia.

Adri y yo nos miramos dubitativos. Me sorprendió ver que no pensaba como yo y abrió la boca para contestar a la giganta de mi mejor amiga, pero yo le detuve cogiéndolo por la muñeca y negando con la cabeza. Entre nosotros hubo un fuerte cruce de miradas.

—¿Has estado alguna vez en Tevinter? —le preguntó Adri.

—No.

—Bueno. Si quieres desactivar las barreras vas a tener que ir hasta allí. Ve a la capital, Minrathous, antes de llegar al mercado, que está justo en el corazón de la ciudad, verás dos paradas, pues antes tienes que encontrar un edificio abandonado con una marca roja en la puerta, no está lejos. Entra ahí y baja hasta el sótano. Ahí encontrarás la manera de deshacer las barreras —explicó mi mejor amigo.

Andrea nos echó de la sala después de darnos las gracias.

—Me voy a Tevinter —le explicó a Tom.

Volvían a estar en la habitación que había pertenecido antes a Evelyn. Andrea pensó que Tom se sorprendería, pero no lo hizo.

—Sabes que no podrás ver nada de lo que está pasando ¿Verdad?

—Eso ya lo veremos. Me da igual. ¿Vas a venir?

Él asintió no muy convencido, pero ella no pareció notarlo, o no quiso.

—Pues prepárate, nos vamos ahora.

La Gran Familia. El otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora