Capítulo 16

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La mañana no había iniciado bien en el hogar de Cristal.

Amanda, la madre de familia, había sido trasladada de urgencia al hospital. Su marido e hijo mayor le acompañaron dejando a los menores en casa al cuidado de Laura y Cristal.

Durante todo el día, los mellizos habían estado inquietos y sus hermanas mayores habían dejado de lado sus actividades para acompañarlos.

Beltrán había llamado a Cristal para saber de ella, ya que le había enviado un mensaje en el que le decía que se ausentaría de clases y que tendría que presentar solo los avances de su proyecto. Él le había ofrecido ir a visitarla cuando terminara de entrenar, pero ella se negó.

No se sentía bien como para recibirlo.

Aunque reconocía que hubiera querido que estuviera a su lado para reconfortarla. Sin embargo, su prioridad eran sus hermanitos.

Pasadas las ocho de la noche su hermano mayor llegó a la casa y le pidió a Laura que le ayudara a preparar un bolso con artículos indispensables para su madre. Lucía cansado y demacrado.

Como si su espíritu estuviese roto.

No era una buena señal.

—Pasará la noche en el hospital —aclaró. Los mellizos se aferraron a sus piernas buscando respuestas. El mayor de los Brunetti les revolvió el cabello—. Estará bien, mamá es fuerte ¿realmente piensan que podría dejarlos solos, pequeños monstruos? —les preguntó a los niños. Ambos negaron enérgicamente.

No obstante, sus hermanas no fueron tan fáciles de persuadir y una vez a solas no se guardaron sus preguntas.

—Queremos toda la verdad, Simón ¿Qué está pasando con mamá? —inquirió Laura, Cristal miró a su hermano mayor y, por primera vez, vio a su valiente y duro hermano quebrarse.

Toda esperanza desapareció entonces. Fuese lo que fuese era grave. Las chicas lo supieron, pero nada podría haberlas preparado para el diagnóstico.

—Tiene cáncer de páncreas —confesó Simón y con la voz rota dio el golpe final—: los médicos dicen que no hay nada más que hacer.

Laura negó con la cabeza y repitió una y otra vez que era imposible, absolutamente en pánico. Cristal se dirigió a Simón y lo tomó de la cazadora con violencia.

—¡Estás mintiendo! —gritó histérica— ¿Como puedes jugar con algo como eso?

Simón dejó que descargara su ira en contra de él y al no tener reacción, la joven detuvo su ataque contra su hermano.

—Estoy tan destrozado como tú, hermanita —Simón abrazó a Cristal, quien para ese momento lloraba con fuerza—. Nuestros padres guardaron el secreto lo más que pudieron confiando en que el tratamiento funcionaría, pero hoy mamá tuvo una crisis y le administraron medicamentos muy fuertes, fui testigo de su dolor. Los médicos no creen que aguante mucho más. Papá me pidió que hablara con ustedes y él lo hará con los mellizos.

—Esto es una pesadilla —sollozó Laura— ¿Qué será de nosotros sin mamá? Papá morirá con ella.

—¡No hables de mamá como si estuviera muriendo! —la menor de los tres dio un golpe al suelo con rabia—. Mamá no va a morir.

—Cristal...

—¡Mamá no puede morir! —exclamó con fuerza. Se derrumbó y su hermano mayor le atrajo a sus brazos.

—Mamá quiere verlas —espetó—. Sé que es duro, chicas, yo no me siento mejor que ustedes.

☆☆☆

Beltrán no había visto a tía Constanza durante todo el día y cuando llegó era muy tarde. Pensó que no pasaría a verlo como hacía todas las noches antes de dormir, con la excusa de saber de su inquilino favorito. No obstante, la mujer llamó a su puerta pasadas las once de la noche.

—¿Te molesto, querido? —preguntó, él estaba a punto de dormirse, pero le indicó que pasara—. No quiero molestarte, pero hay algo que debes saber.

Beltrán se sentó en la cama y Constanza hizo lo mismo.

—¿Pasó algo?

—Sí —afirmó ella—. Habrás notado que no estuve durante todo el día —él asintió y ella no pudo evitar que sus ojos se humedecieran—. Hoy me llamó mi cuñado, el marido de mi hermana Amanda.

Beltrán abrió los ojos desmesuradamente, por impulso preocupado por la única persona en la que pudo pensar.

—¿Es Cristal? —preguntó nervioso ¿Por eso no había ido al colegio? ¿le había pasado algo? ¿Por qué no se lo dijo? Constanza puso una mano en su brazo y negó.

—No, es mi hermana. Amanda tiene cáncer de páncreas.

Beltrán no era un experto en ciencias, le gustaban más las matemáticas desde siempre. Pero, después de investigar sobre el astrocito y su cáncer asociado tenía una vaga idea de cómo se formaba y los cambios que obraba en el cuerpo.

Había escuchado hablar de los tratamientos a los que se sometían las personas con cáncer y lo duro que resultaba el proceso.

Sintió una opresión en su pecho al pensar en Cristal y en cómo estaría enfrentando la noticia. Inspiró profundamente.

—¿Qué les han dicho? —formuló con dificultad.

Constanza se encogió y sus hombros temblaron.

—Está en fase terminal. Mi hermana va a morir y no hay nada que podamos hacer para evitarlo —Beltrán no podía creerlo. Su rostro reflejaba su estupefacción y desconcierto—. Ha luchado en silencio y solo mi cuñado ha estado a su lado. No puedo entender porque no confió en mí.

El joven no sabía qué decir ¿Cómo reconfortarle cuando él también se sentía terrible? No conocía a la mujer, pero era la madre de Cristal.

No podía imaginar el dolor que estaba sintiendo ella, Cristal amaba a sus padres y siempre que hablaba de ellos lo hacía con mucho orgullo de la relación que tenían. Era imposible comparar su propia experiencia con la suya.

—Seguramente no quiso preocuparle.

—Es una testaruda. Siempre lo fue, desde niña quiso ser autosuficiente —se quejó ella, recordaba a su hermana pequeña diciéndole que se convertiría en modelo, aunque nadie la tomaba en serio en ese entonces—. Su sueño siempre fue salir de la pobreza ¿Hacerse cargo del hotel? Jamás. Ella quería triunfar.

—Algo me contó Cristal sobre eso.

—Oh, me imagino que te habló de ello. La belleza de mi hermana es única y cautivante, de haber seguido hubiera llegado a ser modelo de alta costura, al menos eso dice mi cuñado —rio suavemente entre lágrimas—. Amanda abandonó su sueño por creer que el tiempo estaba pasando y que nunca alcanzaría sus objetivos. Se impacientó y se casó. Luego llegaron sus hijos —Beltrán apretó los labios con poco contrario con la historia que escuchaba—. Simón fue su primer y gran amor. Después llegaron las niñitas, recuerdo cuando nació Laura su primer comentario fue que deseaba que hubiera heredado la inteligencia de su padre. La antigua Amanda hubiera deseado que fuese hermosa como ella. Así me di cuenta de que mi hermanita había cambiado.

El joven cerró los ojos y tomó las manos de su protectora en señal de apoyo.

—Siento mucho lo que está pasando con su hermana.

—Gracias —dijo, miró los ojos grises de muchacho que siempre que se encontraban en presencia de su sobrina brillaban con tanta veneración y se atrevió a pedirle la única cosa en que él podría ayudar—, Beltrán, sé que nos conocemos desde hace poco, pero necesito pedirte un favor —él asintió solemne—. No dejes sola a Cristal, te va a necesitar mucho.

—Se lo prometo —contestó él sin dudar.

—Algo más —agregó—.Cristal merece mucho amor, no la hagas sufrir. 

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora