Capítulo 13

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¿Cómo definir los días que sucedieron a su primer encuentro con su hermano?

Beltrán podía decir con toda certeza que eran los mejores de su vida.

Vivía con tía Constanza, pero recibía visitas diarias de Matías y habían descubierto que tenían mucho en común.

Su hermano era divertido e ingenioso. Su personalidad era chispeante y le hacía reír todo el tiempo con sus ocurrencias.

Había regresado al colegio y, aunque aún se sentía fuera de lugar allí, ya no estaba solo. Cristal estaba siempre con él.

Beltrán mantenía a raya sus sentimientos por ella, lo que resultaba difícil dado que pasaban muchas horas juntos. Por su parte, Cristal evitaba a su otrora mejor amiga, y parecía usarlo de escudo, así que debía esforzarse por no delatarse prácticamente todo el día.

Adolfo y Andrés se habían acercado a ellos y, aunque el primero no ocultaba su desagrado por él, le aceptaron por ser amigo de Cristal.

—Podrías entrar al equipo conmigo —invitó Adolfo, durante un rato libre en el que compartían los cuatro—. No serías titular, pero matarías el tiempo.

—No lo sé —murmuró él, inseguro.

—Rechazaste jugar baloncesto, no hagas lo mismo con el fútbol —agregó Andrés. Cristal miró el intercambio con una media sonrisa.

Beltrán buscó con los ojos pidiendo ayuda y ella se encogió de hombros.

—Yo iría a verte a los entrenamientos y te haría barra —apoyó Cristal. Claro, ella pertenecía al equipo de animadoras, aunque le había confesado que estaba aburrida y planeaba dejarlo pronto porque estaba preocupada de su prueba de ingreso a la universidad, la idea le pareció tentadora.

—¿Y si no se me da bien? Hace años no juego a la pelota —dijo dudoso. Adolfo resopló.

—Me niego a creer eso ¿ni con tus vecinos?

Beltrán negó, debido a lo acontecido en su infancia no había vuelto a relacionarse con nadie de su edad. Solo convivía con sus compañeros de colegio y, hasta hacía poco, la convivencia era mínima con ellos.

—Está decidido entonces —animó Cristal—. Entrarás al taller de fútbol ¿cuándo podría empezar, Adolfo?

—Hablaré con el entrenador hoy mismo.

—¿Tienes tu equipo de deporte aquí? —consultó Andrés y Beltrán dio un asentimiento—. Perfecto.

—Es muy emocionante ¿no, Beltru? —Cristal se acercó más a él y apoyó su cabeza en su hombro—. Sé que habíamos quedado en avanzar en el proyecto de biología hoy, pero esto es más importante.

Beltrán permanecía rígido ante la cercanía de la muchacha. Ella arrugó la nariz al notarlo. A veces creía que a Beltrán le gustaba tenerle cerca y en otras ocasiones que le molestaba.

No comprendía porqué.

Honestamente a ella le gustaba estar con él. Se sentía segura y especial cuando le miraba con esos ojos grises tan intensos y desde que había pensado en que la besaría la idea no salía de su cabeza.

¿Estaba mal?

El timbre del receso impidió que siguiera pensando en eso y los cuatro se dirigieron al salón.

Beltrán escuchaba las tonterías que decían Adolfo y Andrés y ella le observaba de reojo.

No por primera vez admiró lo guapo que era. Su cabello oscuro que contrastaba con su piel clara a la que le faltaba sol, la fuerza de sus rasgos suavizada por los hoyuelos que se le formaban al sonreír, su pecho amplio y caderas estrechas, sus brazos marcados y piernas largas.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora