Capítulo 44

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Cuando Constanza se fue, Alberto lucía se apagado. Perturbado incluso, si le preguntaban a Benjamín. Así que cuando su hermano mellizo llegó a casa, después de una tarde de cine con una chica, le llevó a un rincón y le contó sobre la extraña visita de su tía.

—¿No pudiste escuchar ni un poquito? —inquirió Nicolás, igualmente intrigado.

—Nada, se encerraron en el estudio y pasaron horas antes de que la tía se fuera —informó Benjamín. Su hermano asentía con interés—. Papá la acompañó hasta la puerta y después se encerró de nuevo. No ha vuelto a salir.

—Rarísimo.

—¿Será algo referente a Cris?

La pregunta flotó en el aire, pero no tuvieron la confirmación hasta que ella apareció y las cosas se aclararon para ellos, porque la chica corrió al encuentro de su padre.

—¿Vamos a espiar? —preguntó Nicolás, pero no era necesario que lo hicieran disimuladamente Cristal ni siquiera se molestó en cerrar la puerta.

—Pablo me confesó que te contó que rompimos. Pensaba decírtelo, no quería que te enteraras así —se lamentó. Ambos hermanos se miraron curiosos. Un rompimiento ¿Qué tenía de raro? No era un noviazgo tan serio que ellos supieran—. Sé que no estás de acuerdo con mi relación con Beltrán, pero lo quiero.

Nicolás le dio un codazo a su hermano menor, ambos atentos a la reacción de su padre. Esperaban una oposición abierta a la declaración de Cristal, pero sorpresivamente esta no llegó.

—No estoy enojado, hija —los impactó diciendo. Los mellizos miraron hacia el interior del despacho encontrando a su padre abrazando a Cristal—. No me opongo a tu relación con Beltrán.

—¿Qué? —jadeó Nicolás atrayendo la atención de los dos. No le importó— ¿En qué realidad alterna vine a caer?

—Ustedes dos —los llamó el padre y ambos cuadraron los hombros—, vengan también.

Con paso inseguro, como si estuvieran haciendo algo malo, se acercaron. Acostumbrados a ser los más reprendidos de los Brunetti López tenían un modo de operar humilde para aminorar las consecuencias de sus travesuras.

—¿Papá? —preguntó Cristal sin comprender.

El hombre miró a sus hijos menores con un extraño sentimiento. Pensó en el pequeño Beltrán y en el sufrimiento que había cargado solo y nuevamente lo inundó la culpa por haber sido tan duro con él sin conocerlo.

Era padre de cinco jóvenes que eran todo en su vida, no podía ser indiferente al dolor de Beltrán.

—Respetarán la decisión de su hermana —dictaminó con autoridad—. Los conozco y sé que no se quedarán tranquilos hasta conocer todos los detalles del noviazgo de Cris y Beltrán, pero les agradecería que no le interrogaran cuando venga a casa. Sé lo curiosos que son, por ello les pido que respeten la intimidad de su hermana.

Benjamín fue el primero en asentir, pero su hermano mayor dudó un poco más.

—Está bien, nos vamos a comportar ¿verdad, Nico? —presionó arrancándole de mala gana una respuesta afirmativa que sonó más como un gruñido que como un «sí».

—Muy bien, espero que no tengamos que repetir esta conversación —les advirtió, para centrar su atención en su hija de nuevo—. Ahora, Cris, me gustaría hablar un poco más contigo.

La joven miró a sus hermanos y estos se escogieron de hombros, si ella no entendía el cambio de actitud de su padre, ellos menos lo hacían.

Salieron con más interrogantes que respuestas y les dejaron a solas. Una vez a salvo de oídos indiscretos, Benjamín fue el primero en hablar.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora