Beltrán mantenía un brazo en torno a Cristal, ambos estaban sentados en una banca del jardín del hospital. Ella echó un suspiro lánguido, había llorado largo rato y en ese momento, ya más tranquila miraba a los niños jugar.
—Estos días no he parado de pensar en cómo la vida le pone pruebas duras a quienes no lo merecen —dijo, Beltrán le dio la razón en silencio— ¿Ves a esos pequeñitos de ahí? —indicó, él asintió—. Ellos juegan felices como todo niño debería hacer, pero en el área de oncología hay una zona pediátrica. Cada vez que paso por ahí, se me aprieta el corazón.
—Los niños no deberían sufrir —dijo él. Cristal pasó por alto la emoción en su voz, perdida en su propia ira con la vida ante tamaña injustica.
—No, ningún niño debería sufrir —la joven se separó de Beltrán y buscó sus ojos, la mirada del muchacho tenía un aire trágico y melancólico que era imposible obviar y que le atraía aún más—. Gracias por venir. No sabes lo mucho que necesitaba que estuvieras así.
—No soy el único que está preocupado por ti.
—Pero no hay nadie más a quien querría ver —aclaró sin dejar de mirarlo y se acomodó para recargar la cabeza en su hombro.
—¿Estás segura? Una de nuestras compañeras me ha pedido que te pregunte si estarías dispuesta a recibir a los chicos del colegio. Quieren verte.
—No quiero —negó rápidamente—. Mírame, Beltru ¿te parece que estoy en condiciones de recibir visitas? —si lo decía por su aspecto físico, a él le seguía pareciendo igual de bonita que siempre, guardó silencio—. Estoy muy triste y sin ánimo.
—Ah, a eso te referías —dijo cayendo en cuenta. Ella frunció las cejas.
—¿A qué más podría ser?
—Bueno —dudó un poco. Su cuello y cara se pusieron calientes, supuso que aquello resultaba visible por el rubor que debía teñir sus mejillas—, no lo había tomado por ese lado.
Ella decidió no continuar con el tema, siendo honesta no quería que la terminara convenciendo de aceptar la visita de sus compañeros.
En cambio, recordó las palabras de su mamá y su corazón latió con fuerza en su pecho.
—No importa, háblame de ti. Hemos hablado muy poco últimamente ¿Cómo has estado estos días? —preguntó con interés genuino.
—Matías dice que su madre quiere conocerme —le contó, supo que con ella podía ser transparente y confidenciarle sus aprehensiones al respecto—. No sé si sea buena idea. Soy la causa del fin de su matrimonio.
A Cristal tal afirmación le molestó muchísimo y se lo hizo saber.
—No es tu culpa lo que pasó entre tu padre y su esposa. El único responsable es tu papá y sus mentiras.
El joven se echó hacia atrás mirando al cielo. Si tan solo pudiera detener el tiempo en ese momento, que el reloj dejara de avanzar y permanecer sentado junto a Cristal aislados de la realidad sería feliz para siempre.
—Si yo no hubiera nacido, Matías no estaría atravesando el divorcio de sus padres —dijo de manera inconsciente—. Siempre he sido un problema para todos los que me han tenido cerca.
Dicha afirmación arrancó un gemido en Cristal quien se levantó de golpe.
—¡No vuelvas a decir algo como eso! —gritó. No era el momento, Beltrán lo sabía, acababa de decir lo peor que podía salir de su boca dada la situación que atravesaba Cristal con su mamá—. La vida es muy valiosa como para renegar de ella y no sé de dónde sacas la idea que eres un problema, porque no es verdad.
—Lo siento, no pretendía que...
—Con intención o no, ya está dicho —zanjó ella—, y está bien porque así puedo hacerte ver que te equivocas. Tal vez no lo hayas notado y no es el mejor momento para decírtelo, pero tú eres la persona más importante para mí —declaró, su rostro sonrojado y expectante le cortó la respiración.
La pasión que demostraba en sus palabras era idéntica a la suya cuando se trataba de defenderla. Podía ver en sus ojos azules como el cielo el inequívoco sentimiento de afecto que distaba de una amistad corriente.
Demasiado intenso.
Demasiado peligroso.
No estaba preparado para enfrentarse a ello. No podía, Cristal estaba pasando por un momento terrible, pero si no le dejaba claro que de él no obtendría lo que buscaba, solo aumentaría su dolor en el futuro cuando no hubiera vuelta atrás.
Porque quería. Realmente quería estar con ella. Cuidarla y amarla. Sin embargo, no era la persona que ella merecía.
—Estás confundida, Cris, hemos vivido muchas cosas y es normal que sientas cariño por mí —espetó, la voz le falló en la última oración. Tomó aire—. Pero te aseguro que no es nada más que eso.
—Tengo muy claros mis sentimientos —puntualizó ella con las palabras de su madre en la cabeza. No iba a dejar pasar la oportunidad cuando ya había comenzado—. Estoy enamorada de ti. No es tan reciente como piensas, me gustas desde hace tiempo solo que no lo sabía, pero ahora lo sé y no voy a callarlo —explicó con calma—. Me dijiste que nadie te gustaba y lo respeto, pero no trates de minimizar lo que siento solo porque tú no sientes lo mismo.
Ella le miró exigiendo una reacción de su parte. Él agachó la mirada. Su declaración, tan honesta, había conmovido cada fibra de su ser. La hubiera besado y confesado que sentía lo mismo, o más incluso, pero recordó su inconfesable secreto y se dio valor para mentirle.
—Te aprecio mucho, Cris, pero como te dije hace días, no me gusta nadie y no pretendo que eso cambie.
La mirada de Cristal se tornó triste y Beltrán se odió por afectarle de ese modo.
—Lo entiendo —aceptó con valor. Su corazón dolía, era la primera vez que se declaraba a alguien y el rechazo le quemaba por dentro—. Supongo que malinterpreté nuestra amistad.
—Lo siento.
—No te disculpes —negó ella dando pasos hacia atrás, le dirigió una sonrisa triste—. No es tu culpa, fui yo quien cometió el error de enamorarse —Beltrán estaba al borde de retractarse y abrazarla. Decirle que todo era mentira y que él también la amaba. No soportaba verla tan rota—. Fui impulsiva. Con la enfermedad de mi mamá estoy muy emocional y agradezco que no me aceptaras por lástima —reuniendo la poca dignidad que le quedaba, Cristal le dedicó una mirada cargada de amor—. Quiero ser egoísta y pedirte que sigas a mi lado porque te necesito más que a nadie, pero no quiero que las cosas sean incómodas entre nosotros.
—¡No! No me apartes de tu vida, Cris, eres... —se contuvo antes de hablar de más, pero ella malinterpretó su interrupción.
—Tu amiga y te sientes en deuda conmigo por todo lo que vivimos. Olvídalo, Beltrán, no me debes nada y por ahora necesito espacio —Cristal agitó la cabeza para despejarse—. Mi madre es mi prioridad, pero quiero sanar un poco mi corazón. Amar y no ser correspondida debe ser la pena de amor más grande que existe —se mordió el labio inferior, quería llorar, aunque no lo haría frente a él—. Volveré con mi familia. Muchas gracias por venir y escucharme. Creo que necesitaba expresar mis sentimientos hacia ti y, aunque no saliera bien, no habría elegido amar a nadie más de haber podido.
Él aceptó dejarla marchar, pero no estuvo de acuerdo con que esa fuera la pena de amor más grande. Para él era peor romperle el corazón a la persona amada sin ser totalmente honesto solo por evitarle dolor.
ESTÁS LEYENDO
El día que me quieras
Romance¿Cómo añorar lo que nunca se ha tenido? Si él nunca ha conocido el amor ¿por qué de pronto tiene ojos solo para ella? Cristal siempre ha tenido todo lo que ha deseado. Su vida transcurre sin sobresaltos entre el colegio, sus amigos y su amorosa fam...