Capítulo 43

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Ignorante de lo que sucedía con Beltrán y su expareja, Cristal esperaba la hora acordada para reunirse con Pablo.

Él, puntual como siempre, apareció en el lugar y se acercó al banco en el cual ella le esperaba. Vestía casual con unos vaqueros azules y una camisa oscura que enfatizaba los rasgos elegantes de su cara.

Después de un tímido saludo se sentó a su lado con los brazos sobre las rodillas. Un aura de derrota le rodeaba.

—¿Cómo estás? —preguntó. Para su sorpresa Cristal percibió un él algo más que despecho, no le miraba a la cara y permanecía estático.

—Estoy bien —respondió ella con simpleza—, pero tú pareces no estarlo ¿pasó algo malo?

Pablo suspiró y sus hombros temblaron ligeramente antes de declarar.

—Hice una tontería.

Hubo un instante de silencio que solo fue roto por el grito de un niño que era columpiado por su padre a la distancia.

Culpa, aquello que había percibido en él al llegar y a lo cual no había podido dar nombre, era culpa.

Cristal dirigió la mirada al cielo.

—Sabes que antes de cualquier cosa, somos amigos y puedes contarme lo que sea ¿verdad? —él asintió—. Te escucho.

—No tengo cómo justificar lo que hice, solo que quizás necesitaba recomponer mi ego o vengarme. No lo sé —declaró. Cristal no era ingenua y creyó entender hacia dónde se dirigía el asunto.

Como no tenía la altura moral para enfadarse, dado el daño que le había hecho, quiso calmarlo.

—A veces hacemos las cosas impulsadas por el calor del momento y nos arrepentimos después. Estabas lastimado, no puedo culparte si yo te fallé primero.

—Es diferente —porfió Pablo, había un dejo de rabia consigo mismo—. Tú estás enamorada de Beltrán —la joven iba a decir algo, pero él le frenó—, también él te ama. El tipo es tan honesto que se lo confesaba a quien se lo preguntaba.

—¿Te lo dijo? —Cristal no podía creer que Beltrán fuese tan directo con quien había sido su novio.

—Ni siquiera hizo falta, pero sí. Justo después me pediste que nos diéramos una pausa y todo encajó.

—Lo lamento tanto —no había sido su intención, aunque así lo pareciera. Los resultados de sus exámenes la tenían muy nerviosa y lo que había ocurrido después había sido solo un alcance en los acontecimientos.

—Me llené de veneno y Brenda no ayudó cuando se enteró de nuestro rompimiento y me contó que te habías puesto celosa de su coqueteo con Beltrán —Pablo estaba frustrado y terminó soltando de sopetón su secreto—: Busqué desquitarme contigo y reponer mi orgullo herido. Vi la oportunidad de hacerlo cuando tu padre me llamó anoche —confesó. Cristal no se esperaba eso. Había pensado algo totalmente distinto—, quería preguntarme por ti, dijo que te había notado extraña y le solté que seguramente era por Beltrán —si bien había un grado de verdad, su actitud reciente se debía a los resultados de sus exámenes, pero comprendió que la ambigüedad de la situación podía prestarse a confusiones—, no me malentiendas, no estoy buscando tu perdón para retomar lo nuestro, ni siquiera se me ha pasado esa idea por la cabeza, pero tenía que confesarte lo que pasó.

—Te lo agradezco. Siento tu remordimiento en cada palabra.

—Porque estoy enamorado de ti —espetó y a Cristal se le apretó el pecho. Aquello había dolido más que todo lo anterior— ¿Cómo se supone que debo sentirme? Te amo y cuando te vi perdida, aunque la verdad es que jamás me amaste como yo a ti, hice la peor estupidez que un hombre puede hacer. Te puse en evidencia con tu papá por celos.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora