Capítulo 53

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Era muy temprano en la mañana, pero Beltrán esperaba encontrarse con Alberto para hablar con él a solas y disculparse por haber irrumpido en su casa sin invitación. Además, quería tratar otro asunto con él.

Cristal se había ido a su cuarto bien entrada la madrugada y suponía que dormiría hasta tarde.

Él, en cambio había dormido poco y se sentía algo mareado. Había experimentado demasiadas emociones en una noche y le comenzaban a pasar la cuenta, pero el tema a discutir era urgente.

Esperó en la cocina junto a una taza de café servida por cuenta propia. Uno de los detalles que le sorprendió del hogar de los Brunetti es que ellos no contaban con servicio doméstico. Algunos días a la semana iba una mujer a preparar comida y a ayudar con la limpieza, pero por lo general cocinaban y ordenaban ellos mismos.

Media hora más tarde se presentó Alberto en la cocina y lo encontró.

—Hola, Beltrán. No esperaba que estuvieras despierto ya —saludó. Usaba un pijama azul oscuro y unas pantuflas— ¿Cómo dormiste?

—Hola —respondió—. A decir verdad, no pude dormir bien. Le debo una disculpa por haber aparecido anoche de la nada.

Alberto le dirigió una mirada de preocupación y se preparó un café y algo de comida que le ofreció.

—No tienes que disculparte por eso, pero come algo y me cuentas qué te tiene tan alterado como para no haber dormido bien.

El joven tomó una tostada y caviló sobre cuál era la mejor manera de tratar el tema sin asustarlo. Alberto se sentó frente a él esperando que se decidiera a hablarle. Beltrán tomó una bocanada profunda de aire antes de comenzar.

—Gracias, la verdad es que es usted la única persona en la que pude pensar para que me ayude —el exalcalde se mantuvo en respetuoso silencio—. Es sobre mi madre... Alicia —corrigió. Llamarle por su nombre le aliviaba de cierta manera, que una persona tan horrible fuese quien le había dado a luz no se podía cambiar, pero no tenía que reconocerla como madre solo por ello—. Ha violado la orden de alejamiento en su contra.

Alberto frunció las cejas. Su cabeza comenzó a maquinar rápidamente sobre las intenciones de esa mujer.

—¿Hizo algo?

—No —Beltrán enfatizó la negativa moviendo la cabeza enérgicamente—, pero se acercó a Cristal y estoy preocupado por ella. Si esa mujer osara lastimarla no sé qué lo que yo sería capaz de hacer.

Sus ojos lanzaban un brillo peligroso, determinado. Hablaba en serio. Iba a proteger a Cristal a costa de sí mismo y al jefe de familia le alertó, ese grado de desesperación solo podía significar que Beltrán tenía un temor real por la integridad de su hija.

—¿Crees que podría atentar en contra de mi Cristal? —preguntó con la voz temblorosa.

—Fue capaz de lastimar a su propio hijo, puede hacer cualquier cosa —rio sin humor—. No es una mujer confiable. Está desequilibrada.

—Voy a ponerme en contacto con mi abogado. Debe haber una forma de zanjar esta situación definitivamente.

—Una cosa más —dijo Beltrán, conforme con la sugerencia del padre de su novia—. Me gustaría que fuésemos discretos. No quiero que Cristal se sienta abrumada.

—Mi Amanda me advirtió que el día que las chicas consiguieran novio, no me mostrara celoso, aunque lo estuviera —espetó con un suspiro, divertido. El cambio de tema le restó tensión al ambiente—. Y lo estoy —confesó—, Cristal siempre será mi pequeña por más que crezca —se detuvo abruptamente— ¿Tú has pensado en ser padre, Beltrán?

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora