Capítulo 27

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Irina esperaba por Beltrán sentada en la plaza en la que la había citado. Se había arreglado particularmente hermosa ese día, llena de ilusión ante la perspectiva de volver a verlo. Eran casi anecdóticas las ocasiones en las que se habían reunido a solas y estaba emocionada.

Beltrán, como siempre lucía guapo. Lo vio a lo lejos y no pudo evitar sonreír.

—Hola —saludó poniéndose de pie y dándole un beso en la mejilla—. Me alegra que me llamaras.

El joven admiró el brillo en sus ojos y sintió remordimiento.

Una mujer tan resiliente como ella merecía un amor sano y honesto.

—Necesito hablar contigo —si la mirada llena de remordimientos no hubiese sido elocuente por sí sola, la frase sí lo fue. Irina sintió el latir furioso de su corazón en su pecho.

—¿Qué pasa? —preguntó cautelosa. Sus manos comenzaron a sudar.

—Siéntate —le pidió, le embargaba la culpa por lo que iba a hacer. Irina se puso tensa, pero, tal vez intuyendo que lo que él le diría no le agradaría, quiso desviar la conversación.

—Te eché de menos estas semanas. No me respondiste mis mensajes, asumí que estabas ocupado por tus exámenes finales, pero debiste decirme. Me preocupé —habló tan rápido que ni siquiera se sentía como un regaño, sino como un discurso vacío.

Tenía que ser directo, no solo por lo injusta que era la situación con ella, sino también con él. Estaba cansado de fingir que esa relación iba a algún lugar cuando no era así.

—Irina, escucha —armándose de valor, se inclinó sobre sí mismo y apoyó los codos en las rodillas—. Cuando comenzamos a salir hablamos de ir lento y que lo dejaríamos sin rencores en el momento en que alguno de los dos se sintiera abrumado ¿recuerdas?

—Sí, pero no entiendo por qué lo dices ahora.

—Porque hay una historia de mi pasado que no he sanado y me sigue atando —confesó, la imagen de Cristal en su uniforme de colegio le cruzó por la mente—. No puedo construir una relación con nadie mientras no cierre ese capítulo.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Dejar todo lo que has avanzado por una ilusión adolescente? —Irina, desesperada, le tomó de las mejillas y lo miró a los ojos—. No puedes retroceder, Beltrán.

—No lo comprendes, es justo lo contrario —explicó. Quiso hacerle entender lo importante que era para él—. Quiero volver a ver a mis amigos y pedirles perdón por marcharme.

—Entonces ve —ofreció como último recurso—. Yo te esperaré.

—No, no quiero que me esperes.

☆☆☆

Cuatro días después el viaje era una realidad. En unos minutos tendría que irse al aeropuerto, por lo que estaba despidiéndose de su familia.

—Aún estás a tiempo de arrepentirte —dijo Matías a voz de grito, su madre le fulminó con la mirada.

—No le grites a tu hermano —riñó poniéndose al lado de Beltrán, protectora.

Beltrán inclinó la cabeza en dirección a ella y esta le abrazó maternalmente.

—Lamento ser el único al que le parece una tontería que vuelva a la ciudad donde lo pasó tan mal —continuó el mayor con reproche en la voz.

—No lo escuches —ignoró la mujer separándose ligeramente— ¿Estás seguro de que quieres ir solo? Puedo ir contigo, cariño.

—Te lo agradezco, pero es algo que debo hacer por mi cuenta —miró su reloj y tomó su bolso—. Es hora. El taxi me espera.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora