Capítulo 24

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Beltrán inclinó la cabeza para recibir la medalla que lo condecoró como parte del equipo subcampeón del interescolar de fútbol.

Lastimosamente habían caído en la tanda de penales de la final y no pudieron llevarse el primero lugar.

—Lo penales son una lotería —se quejó Adolfo.

Aun cuando sus compañeros no estaban conformes, él estaba orgulloso de haber logrado jugar todo el campeonato como titular con un desempeño destacable.

Ninguno de ellos se quedó más de lo necesario en la premiación para irse a sus casas y prepararse para la fiesta de egresados. Incluso los chicos que habían ido a alentarlos habían salido prácticamente corriendo del estadio en cuanto había terminado la final.

A él, su hermano mayor le había comprado un traje para asistir. No quería, pero tampoco iba a desairarlo. Más aún porque Diana había alucinado con verlo con esa ropa. Decía que le traía recuerdos de la graduación de Matías.

Así que se fue al departamento a arreglarse. Su madrastra lo instó a cambiarse y mostrarle el resultado.

Cuando se miró al espejo de su cuarto no pudo contener la risa que le dio verse tan empaquetado. Se sentía tieso y demasiado formal.

—¿Cariño, estás listo? —preguntó Diana sin disimular su emoción.

—Ya salgo —anunció y la encontró cámara en mano con su hermano detrás.

—Qué guapo estás —alabó efusivamente—. Serás el rey del baile.

—Mamá, esa tradición está obsoleta. En el colegio de mi hermano no hay elección de reyes —retrucó Matías. Beltrán alzó las cejas.

—¿Cómo sabes eso? No estudiaste ahí.

—Pregunté —respondió sacudiendo su hombro con una mano—. Iba a postularte.

Beltrán hizo una mueca y Diana río abiertamente. Ella dejó la cámara a un lado y le arregló la corbata con naturalidad, como si no fuese primera vez que lo hacía.

Si tan solo siempre hubiera sido así, él habría sido tan feliz.

—Ojalá fueras mi madre —se le escapó involuntariamente. La mujer quedó paralizada y él cayó en cuenta de sus palabras—. Lo siento. Estuve fuera de lugar.

Matías carraspeó y discretamente retrocedió para darles espacio.

—Ojalá hubieras sido mi hijo, Beltrán —dijo ella emocionada—. Antes de conocerte, saber de ti no me hizo feliz —reconoció encogiéndose de hombros—, no lo voy a negar. No fue fácil, pero ahora pienso que tu padre debió traerte a casa mucho antes. No digo que mi matrimonio hubiera seguido —aclaró para que no creyera que su divorcio se debía a él—, pero no le odiaría como lo hago por no haberte dado la oportunidad de salir de tu casa y vivir con nosotros.

—Me habría gustado eso.

—Y a mí —con ternura Diana le acarició la recién afeitada mejilla—. No eres mi hijo, Beltrán, pero te quiero como a uno y estoy muy orgullosa de ti.

☆☆☆

Cristal no tenía ganas de ir de fiesta, pero era la última actividad del año escolar así que cedió ante la presión de su familia y amigos.

El vestido elegido para la ocasión era bastante sencillo, largo y de escote discreto, perteneciente a la colección personal de su madre. El tono azul acentuaba la blancura de su piel y destacaba el color de sus ojos.

Amarró su cabello en una cola alta, no muy distinta a las que se hacía a diario. Su hermana le había comentado que no se había esforzado en verse diferente.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora