Beltrán escuchaba los parloteos de Cristal con temor a interrumpirla. Ella le hablaba sobre el proyecto conjunto y sus ideas para su desarrollo.
Había pasado un día desde la sincera conversación en el parque y no se había despegado de su lado durante la jornada escolar en curso. Ante el asombro de todos sus compañeros, se había sentado en el puesto aledaño al suyo y seguían juntos durante el receso.
Él permanecía sentado en su silla y ella se recargaba en su mesa.
—Beltru, deja de mirarme como un bobo y dime algo —le reprochó y él ladeó la cabeza.
—¿Acortaste mi nombre? —preguntó y una sincera sonrisa se le dibujó en los labios ¿hacía cuánto tiempo no sonreía con genuina alegría? No recordaba haber tenido algún motivo de felicidad en años.
—Sí —afirmó ella alargando la sílaba—. Tú podrías hacer lo mismo con el mío, es lo que hacen los amigos.
—No sé... ¿te gusta que te llamen Cris o algo así? —inquirió frunciendo las cejas y ladeando la cabeza. A la joven ese gesto le recordó a un cachorrito y fue extraño asociarlo a él.
—Podría acostumbrarme —espetó ella sonriendo de medio lado. Él negó suavemente, azorado—. Es broma, mi familia y mis amigos me llaman así —agregó con jocosidad—. Ahora concéntrate en nuestro proyecto, Beltru, o no podremos empezarlo jamás.
—Tienes básicamente todo planificado ya. Hasta siento temor a contradecirte —retrucó el joven con fingida molestia. Cristal se levantó de la mesa y la rodeó hasta colocarse de espaldas a Beltrán.
—¿Estás insinuando que soy mandona o algo por el estilo?
—Lo dijiste tú, no yo —Cristal lanzó un grito ahogado ¿Esa era la verdadera personalidad de Beltrán? ¿Era así de juguetón cuando se sentía cómodo? ¡Le encantaba! su sonrisa hacía que se le formaran hoyuelos en las mejillas. Era adorable.
—Ahora eres tú la que me mira como boba —picó él.
—Eso no es verdad —replicó, pero su voz sonó avergonzada y la calidez que sentía en la cara seguramente le delataba.
—Sí y lo sabes. Tu cara está algo roja —Beltrán estaba sorprendido y un cosquilleo le recorría el abdomen. Sin embargo, no le resultará desagradable. Al contrario, le gustaba lo que ella le provocaba.
De cierta forma siempre lo había hecho.
Tal vez ese inocente enamoramiento por ella no sería correspondido y de serlo tampoco haría algo por llevar las cosas más allá. No obstante, le gustaba. Cristal era dulce, amable y muy bonita. Lograba, sin proponérselo, la admiración de todos lo que la conocían.
—No estoy roja.
Aldana, que no les había quitado la vista de encima, decidió que era el momento de interrumpir la plática. Carraspeó furiosa para llamar la atención de los dos.
—Cristal, quiero hablar contigo —soltó sin mirar a Beltrán.
—Ahora no puedo —contestó la joven aludida clavando sus ojos azules en Beltrán buscando apoyo—. Beltru y yo discutimos sobre el proyecto de biología ¿cierto?
—Bueno... —Beltrán la miró incómodo.
—Es solo un momento —insistió la otra.
—No te preocupes, Cris, luego seguimos —dijo él, Cristal no pudo ocultar el deleite que le provocó escuchar cómo la había llamado, pero su felicidad se vio opacada al sentir que Aldana se ponía tensa a su lado.
—Está bien —concedió—. Iré contigo.
Se dirigieron al pasillo, pero la tensión entre era evidente. Aldana fue la primera en romper el silencio.
—Lamento lo que pasó —comenzó humildemente—. De verdad. No debí hablar mal de Beltrán.
—Lo lastimaste y ni siquiera le has pedido disculpas a él —confrontó ofendida en su nombre—. No soy yo con quien deberías estar hablando.
—Sabes que soy mala relacionándome con personas que no conozco, pero intentaré pedirle perdón —Aldana apretó las manos—. Lo haré si con eso podemos seguir como antes. Realmente valoro mucho nuestra amistad y no quiero perderte.
Cristal pudo percibir la desesperación de su amiga y se sintió culpable por hacerla sufrir, pero por otro lado estaba Beltrán, un muchacho incomprendido cuya amistad con ella recién comenzaba. No iba a tomar parte por Aldana, tenía que aprender de su error.
—Aldi, no es que ya no seamos amigas. Siempre lo seremos, pero tus prejuicios lastimaron a una persona que ni siquiera te has dado el tiempo de conocer. Deberías replantearte tus acciones porque no estaré siempre para reparar tus errores —afirmó con seguridad y, a pesar de su baja estatura en relación con su amiga, enfrentó su mirada—. Nuestra amistad necesita un descanso. La verdad, creo que por mi causa te has cerrado a conocer más gente. Solo hablas conmigo, Adolfo y Andrés y eso no está bien.
—¡No! —gritó Aldana con vehemencia, sus ojos castaños reflejaron pánico—. Por favor, no. No puedes hacerme esto, Cristal. Yo te quiero.
—Yo también te quiero, pero...
—¡No lo entiendes! No es igual. Yo te quiero... —se detuvo de golpe—. No puedes dejarme. No puedes.
—Basta, Aldi, por favor. Te hará bien. No puedes depender tanto de mí.
—¡Cristal, no puedes hacerme esto! ¡Si no estás a mi lado, mi vida no tiene ningún sentido! —fuera de sí tomó a Cristal por los hombros con fuerza desmedida, Cristal se quejó con un gemido.
—Cálmate, Aldana. Me lastimas.
—¿Lastimarte? ¿Yo? Eres tú la que me está lastimando. Tú y solo tú estás rompiendo mi corazón —dolida no vio motivos para reprimir sus sentimientos. Estaba enamorada de su mejor amiga. Locamente enamorada—. Te amo, Cristal. No como amiga, sino como mujer.
En una acción sorpresiva, Aldana tomó el rostro de Cristal entre sus manos y dirigió sus labios hasta la boca de la joven. Inmovilizada, la rubia poco pudo hacer para evitar el contacto forzado.
Cristal la empujó con fuerza y Aldana perdió el equilibrio, tropezando. No cayó, pero al observar las lágrimas que luchaban por ser derramadas en los ojos azules del objeto de su deseo, se dobló en dos conteniendo una arcada de asco por sí misma.
Los pasos apresurados de Cristal escapando fueron lo último que escuchó antes que un coro de murmullos, pertenecientes a quienes se encontraban en el pasillo en ese momento, le hiciera huir del lugar.
☆☆☆
Mortificada, Cristal corrió a esconderse en el baño. No podía encontrarle lógica a lo que acababa de ocurrir.
Aldana, su mejor amiga, le había declarado su amor y había intentado besarla.
¿Es que el mundo se había vuelto loco?
Estaba molesta y herida. No porque su amiga fuese lesbiana o porque estuviera enamorada de ella, sino porque había actuado como una loca y agresivamente había querido forzarla a darle un beso.
Se preguntó por cuánto tiempo Aldana había albergado ese tipo de sentimientos hacia ella.
¿Desde hacía un año? ¿Dos? ¿Toda la vida? Cuántas cosas cobraban sentido de pronto. Sus abrazos en cualquier momento, sus celos cuando había algún chico alrededor y su necesidad de estar siempre con ella.
Se sintió enferma. Jamás había puesto un alto a ello, tal vez hasta la había incentivado sin darse cuenta.
La culpa le invadió. Necesitaba disculparse, pero no tenía fuerzas para hacerlo.
De pronto vibró su teléfono, el cual ni siquiera recordaba haber dejado atado en la malla que llevaba bajo su falda. Lo tomó, temblando y leyó un mensaje.
"¿Estás bien? Todos están hablando de lo que pasó con Aldana. Dicen que saliste corriendo mientras llorabas. Tal vez no quieras hablar, pero necesito saber cómo estás.
Beltru"
Se llevó la mano a la boca para ahogar un sollozo y escribió su respuesta rápidamente.
"No lo estoy. Por favor, sácame de aquí."
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El día que me quieras
Romansa¿Cómo añorar lo que nunca se ha tenido? Si él nunca ha conocido el amor ¿por qué de pronto tiene ojos solo para ella? Cristal siempre ha tenido todo lo que ha deseado. Su vida transcurre sin sobresaltos entre el colegio, sus amigos y su amorosa fam...