Capítulo 11

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Beltrán, ignorante de lo que pasaba en casa de su padre, permanecía sentado abrazando sus rodillas. Comenzaba a sentir frío, pero nada se comparaba al hielo que rodeaba su corazón. Estaba solo y no tenía donde ir.

Sabía que no podía quedarse allí mucho tiempo, era tarde y no tenía dinero. Además, no dejaba de ser peligroso estar solo e indefenso en la calle a esas horas.

A lo lejos escuchó voces y se le erizó la piel de la nuca. Decidido a no mostrar debilidad, se puso de pie y pensó rápidamente en un lugar donde pudieran recibirlo.

Recordó el hotel donde habían ido con Cristal. Su tía Constanza había sido comprensiva con ellos y, cuando habían hablado a solas, le había ofrecido que fuese siempre que lo necesitara.

No quedaba cerca precisamente, le tomaría un par de horas llegar, pero no tenía más opción.

Con paso inseguro y buscando las zonas más iluminadas, lo que implicó un par de desvíos que alargaron su tiempo de viaje, se dirigió a un hotel.

Esperaba que ella le recibiera y no le hiciera demasiadas preguntas que no estaba con ánimos de contestar. En ese momento solo quería descansar y olvidar su triste realidad.

☆☆☆

Tía Constanza había recibido la llamada de su sobrina y permanecía despierta esperando por Beltrán. Cristal se había puesto en contacto con ella para preguntarle si el joven estaba allí. No lo estaba, pero presentía que no tardaría en aparecer.

El pobre muchacho le había despertado tanta ternura ese día cuando le había preguntado qué hacía con su sobrina. Estaba nervioso, pero defendió sin dudar a Cristal por escaparse del colegio.

Constanza se había sorprendido mucho y no le costó darse cuenta de que él tenía sentimientos por ella.

Le gustaba que Cristal tuviese un novio. Una niña tan buena como ella merecía un chico igual de bueno que le hiciera sentir especial.

No sabía los detalles de la huida de Beltrán. Sin embargo, ella siempre esperaba conocer todas las versiones para formarse una idea, por lo que no lo prejuzgaría.

Su teléfono volvió a sonar, miró la pantalla y bufó, en esa ocasión llamó el mayor de sus sobrinos. Lo adoraba, pero no tenía noticias que darle y posiblemente eso le irritaría. Simón era un poco temperamental cuando las cosas no salían como él quería.

—Simón —saludó.

—¿No ha llegado?

—No, muchacho —respondió con paciencia—, ya les habría llamado de haberlo hecho.

—Cristal está segura de que llegará a tu hotel.

—Y es posible si no tiene otro lugar al cual ir. Solo resta esperar —la mujer miró el reloj en su muñeca y apretó los párpados.

—Tu sobrina está desesperada —espetó y a su tía le divirtió lo fastidiado que se oía—. Apenas me entero de la existencia de ese chico y tal parece que Cris no puede vivir sin él.

—Querido, tu hermana ya no es una niña —intentó razonar con él con paciencia.

—Vaya manera de enterarme —pobre Simón, tenía dos hermanas de las que se sentía responsable y no aceptaba que ya fuesen jovencitas en todo derecho de enamorarse y tener novio—. Ni siquiera sabemos si es un buen tipo. Se fugó de su casa, tía, podría ser un delincuente en potencia —tía Constanza se rio suavemente.

—Por lo poco que traté a Beltrán me pareció que se preocupa mucho por tu hermana. Le brillaban los ojos cuando hablaba de ella —defendió.

—Eso espero —soltó el mayor de los Brunetti con un suspiro—, porque es obvio que a Cristal le interesa.

Antes de que pudiese responder a ello a Constanza le pareció oír un ruido en la puerta, le dijo a Simón que esperara un momento para escuchar mejor y volvió a sentirlo.

—Creo que hay alguien afuera —miró la cámara de vigilancia donde se veía la figura de un joven que se notaba nervioso—. Y apostaría que es nuestro fugitivo —sonrió y se apresuró a cortar la comunicación—. Te llamaré cuando confirme que es él.

Tía Constanza se acercó y habló por el comunicador.

Beltrán desde el otro lado dio un salto y pasó saliva, nervioso. Una vez allí cayó en cuenta que no era tan fácil justificar su presencia en el hotel.

—Hola —dijo dudoso—. Soy Beltrán, el amigo de su sobrina Cristal...

—Te esperaba, cariño —dijo dulcemente interrumpiendo su insegura perorata—. Pasa—. En cuanto Beltrán entró, Constanza pudo ver la fatiga de sus ojos. Supo que había llorado y le abrazó—. Tranquilo, querido, ya estás a salvo.

☆☆☆

Cristal recibió la noticia de boca de su hermano y sin titubear exigió que le permitieran ir al hotel.

—No —dictaminó Simón—, has tenido demasiadas emociones para solo una noche. Mañana tienes clases temprano.

—Cómo si fuese a ir a clases —espetó terca.

—Basta, Cristal, no faltarás al colegio.

Laura rodó los ojos. Estaba a punto de gritar. Sin embargo, Matías pasó por alto la discusión y se dirigió a su amigo, exclusivamente.

—Dame la dirección del hotel.

—Si él va yo también voy —continuó Cristal.

—¡No vas a ir! —exclamó Simón y Laura no soportó más.

—¡Nadie va a ir a molestar a Beltrán! —se impuso sobre el coro de voces—. Dejaremos que descanse y por la mañana, una vez que todos estén más tranquilos, vamos a verlo.

José Luis permanecía callado y con la vista perdida, pero admiró como Laura había podido frenar el circo en que se había transformado su casa.

—Gracias —al escuchar la apagada voz del hombre, Cristal se plantó frente a él.

—Todo esto es su culpa —dijo con las mejillas enrojecidas de furia.

La tensión en la habitación resultó asfixiante para todos. El primer impulso de Simón fue sacar a su hermana de allí y regañarle por faltarle el respeto al dueño de casa, pero el aludido respondió con sumisión a la interpelación de la joven.

—Lo sé —dijo—. No supe defender a mi hijo ni darle el lugar que le correspondía. Confié en que su madre le cuidaría y no fue así.

Laura y Simón se miraron sin comprender y, aunque Cristal tampoco lo hizo, su ofuscación era demasiado como para preguntar.

—Espero que esto le sirva de lección y desde ahora haga lo correcto con Beltrán.

El hombre esbozó una sonrisa triste ¿cómo podría hacer lo correcto?

No podía cambiar el pasado y el daño en la vida de su hijo era irreparable. Él mismo se lo había dicho.

Si tan solo hubiera sido valiente, su hijo no habría pasado por algo tan horrible.

Matías se acercó a Cristal y le puso una mano sobre su hombro.

—Mi padre está muy afectado por lo que pasó con Beltrán, pero todos somos conscientes de que tienes razón, Cristal, y en adelante priorizaremos el bienestar de mi hermano.

—Eso espero —cerró ella y se deshizo del agarre del mejor amigo de Simón.

Presa de un tumulto de emociones aceptó dejar la casa de los Cruz-Coke y partir a la suya.

A primera hora del día siguiente iría al hotel a ver a su amigo y nadie podría disuadirla de hacer lo contrario.

Dejaría que descasara porque había sido un día agotador y no quería abrumarlo más. Sin embargo, no podría dormir de la ansiedad, quería verlo. Necesitaba verlo y constatar que estaba bien.

Si tan solo las horas pasaran más rápido.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora