Capítulo 58

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Matías llevó a su hermano al hospital y Diana esperaba que Beltrán actuara como el novio dulce y enamorado que Cristal se merecía después de su traumática experiencia. Ella se había excusado con él diciéndole que tenía un problema que debía resolver antes, por fortuna no había insistido en averiguar de qué se trataba y se había quedado tranquilo cuando le aseguró que se reuniría con ellos más tarde en el hospital.

Después de varias llamadas había obtenido una autorización para ver a Alicia. No había querido decirle a su hijastro porque temía que se ofreciera a ir también. Lo conocía de sobra como para predecir su reacción.

En un impulso llamó a su exmarido para informarle de la reunión con su examante, José Luis intentó persuadirla sin éxito y derrotado se había ofrecido a pasar por ella y acompañarla. Su mirada de reprobación era elocuente.

—Si vas a tratar de impedir este encuentro es mejor que te vayas —advirtió. José Luis le abrió la puerta del auto para que se subiera, pero ella permaneció quieta.

—Solo quiero que estés segura de lo que vas a hacer.

—Estoy segura —espetó con el mentón alzado—. Esa mujer y yo nos debemos una charla.

Su exesposo conocía lo firme que era Diana y lo intransigente que podía ser cuando estaba decidida. Aquel aspecto de su personalidad siempre le había intimidado y, con el tiempo había llegado a la conclusión, que nunca lo había aceptado del todo porque él había esperado una esposa sumisa.

Diana era determinada y él, un cobarde.

Claramente ella había merecido un marido mejor.

—Sube, te llevaré —dijo, ella obedeció, pero sin bajar la guardia— ¿Cómo está Beltrán? —preguntó el hombre y Diana le dirigió una mirada de reproche. Cargada de tanto desprecio que se sintió pequeño.

—Mucho mejor. Fue a acompañar a su novia, pero estuvo muy deprimido ¿Dónde estabas tú, José Luis, cuando Beltrán no era capaz de levantarse de la cama? —cuestionó enojada— ¿Alguna vez dejarás de fallarle a tu hijo?

El aludido agachó la cabeza, avergonzado.

—Soy un mal padre, Diana. Amo a mis hijos, pero nunca supe ser el papá que merecían —con una sonrisa triste miró hacia el frente y arrancó el vehículo—. Tú en cambio eres la mejor madre que pudieron tener. Una mujer que los ha defendido y apoyado incondicionalmente —que no fuese la madre biológica de Beltrán no la hacía menos madre—. Fui un verdadero imbécil al fallarle a la única persona que merecía mi total lealtad.

—No creas que vas a conmoverme con eso después de que reconocieras cómo has lastimado a mis hijos —no fue consciente de cómo había denominado a los chicos, pero José Luis sí y le llegó al alma—. El dolor que les ha causado ha sido profundo e injusto. Hoy quiero cerrar definitivamente este capítulo con Alicia y decirle a la cara que por más que lo intentó, no logró destruirnos.

José Luis se sentía un idiota. Había terminado su matrimonio por una estupidez y su exmujer le volvió a demostrar que lo que había perdido era hermoso e irremplazable. Era miserable sin ella.

Había tenido otras mujeres en ese tiempo, pero no era feliz con ninguna.

Porque ninguna era Diana.

Se mordió la lengua para no pedirle perdón y rogarle por una nueva oportunidad. No la merecía. Viviría en soledad el resto de su vida lamentándose por haber perdido a su familia. Su mujer y sus hijos habían seguido sin él y ya no lo necesitaban.

Era una tortura tener a Diana tan cerca y tan distante a la vez. Su belleza madura y la ternura de sus gestos le tenían dando miraditas de reojo en cada semáforo.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora