Capítulo 38

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Estaba harto de rechazar diplomáticamente las invitaciones que le hacía Brenda. No quería decir que la chica fuese desagradable, solo que él no estaba interesado en conocerla y se le estaban acabando las excusas.

Resultaba halagador que una chica tan guapa se hubiera fijado en él, así que terminó aceptando salir con ella ese sábado. Tal vez si era directo y le confesaba que no quería mantener una relación con ella cesaría en su empeño.

Se ofreció a pasar por ella a su casa e ir desde ahí a algún lugar.

Él no era una persona de salir todos los días con amigos, por lo que esa semana estaba batiendo su propio récord y comenzaba a sentirse un poco agotado.

Ayudado por el GPS, el mejor invento de la historia de la humanidad en su opinión, llegó a la casa de dos plantas y amplio jardín que hacía de residencia de los Torrealba.

Salió a recibirlo la misma Brenda y en lugar de irse con él, lo llevó hasta la casa.

—Espera un momento a que termine de alistarme —pidió y él obedeció, resignado.

Sin embargo, se arrepintió al instante cuando vio a Cristal sentada junto a Pablo en el salón. Ella lucía seria y lo miraba como si ese encuentro hubiera sido su culpa.

—Hola, Beltrán ¿Cómo estás? —saludó Pablo poniéndose de pie y dándole un apretón de manos.

—Algo cansado, pero bien ¿y ustedes? —le dirigió una mirada significativa a la joven y esta le respondió con altanería.

—De maravilla.

Brenda con una mirada de suficiencia, parecía disfrutar de su incomodidad.

—¿Podrías acompañarme un momento, Cris? —preguntó y la joven asintió, tensa. Se disculpó con Pablo y la siguió.

Beltrán se dio cuenta de su inquietud y se sintió culpable.

—Cuando mi hermana me pidió que invitara a Cristal hoy, no imaginé que fuese porque necesitaba consejos para salir contigo —indicó Pablo con diversión—. Siéntate, Beltrán.

El joven hizo caso, estaba avergonzado. Sentía que estaba en medio de una demostración de rivalidad femenina siendo él el objeto de discordia.

—Te seré franco —lanzó, tenía que ser sincero y jugar limpio, tal y como le había dicho Adolfo—. Solo accedí a salir con ella para hablar, no es una cita.

Pablo alzó las cejas y enderezó la espalda.

—Entiendo, Brenda puede ser algo entusiasta.

—Lo he notado —solamente habían compartido en una ocasión y no había dejado de mensajearle desde entonces—, pero no puedo corresponder a su interés.

—Creo que Brenda también lo sabe o no habría llamado a Cristal para que te viera con ella —Beltrán le dio la razón y ambos reconocieron en el otro a su rival—. Supongo que lo correcto es que te agradezca la honestidad.

—No, es incómodo. Te estoy confesando abiertamente que estoy enamorado de tu novia.

—Bueno, no es que no me hubiera dado cuenta y si tenía dudas con el partido de ayer me quedó más que claro —se rio y Beltrán no pudo evitar reír también.

—Ni siquiera eres un tipo desagradable. Deberías estar sacándome de tu casa a patadas.

—¿Ganaría algo? —fue una pregunta retórica, sin embargo, Beltrán lo pensó con detenimiento. No. No ganaba nada, es más le daba ventaja porque Cristal se enojaría con él.

Con un suspiro, Beltrán esperaba que esa conversación fuera suficiente. Que estuvieran enamorados de la misma mujer no era motivo para odiarse, por el contrario, cada uno entendía al otro.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora