Sumergida en el sopor de los medicamentos Cristal era vigilada por su padre, el hombre acariciaba su mano sin entender por qué su amada hija tenía que pasar por una prueba como aquella. Su pequeña y hermosa Cristal permanecía inconsciente. Dormida parecía una muñeca de porcelana.
Esos tres días habían sido los peores de su vida desde la partida de su esposa.
El miedo a perderla le había demostrado que un hombre tenía una capacidad inmensa de experimentar dolor. Lo había sentido en cada fibra de su ser al creer que ella no lo lograría.
Creía firmemente que su Amanda había obrado el milagro que su hija sobreviviera y, si los médicos estaban en lo correcto, no habría secuelas del incidente. Pero su corazón de padre seguía temiendo por ella.
Amaba a sus hijos con toda el alma y le había tocado ser fuerte por sus niños, todos estaban muy preocupados por su hermana y debió contenerlos. Sin embargo, también había flaqueado en soledad.
—Señor Brunetti —le llamó una enfermera con cautela.
—¿Qué pasa?
—Los efectos del sedante en la paciente han pasado, podría despertar en cualquier momento —comunicó y Alberto experimentó un profundo alivio.
—¿Puedo quedarme a su lado? —preguntó, la mujer dio un asentimiento quedo.
—Claro que sí.
Así lo hizo y pasó la siguiente media hora esperando a que Cristal despertara.
Cuando la joven abrió los ojos, su padre estaba a su lado sonriéndole entre lágrimas. Esos hermosos ojos volvían a brillar llenos de vida y a Alberto le devolvieron las ganas de vivir también. La paz que esa demente le había quitado acababa de volver a inundar su corazón. Ya no había espacio para el rencor, solo para dar las gracias por el milagro de tenerla a salvo otra vez.
Quiso hablar, pero no pudo porque su boca estaba seca. Alberto, con diligencia, le tomó de los hombros para evitar que se levantara.
—Tranquila, hija, no te esfuerces demasiado.
—¿Qué me pasó? —preguntó a media voz, aún confundida.
—Espera, voy a llamar al doctor.
El medico se presentó al instante y examinó a Cristal. Le ayudó a incorporarse y a ubicarse. Le ofreció un poco de agua, atendió con paciencia a sus preguntas y le aseguró que estaría bien en pocos días. Fue extraño para ella estar en esa situación de vulnerabilidad, pero era innegable que había estado delicada, por tanto, no se impacientó por levantarse de la cama e irse, como era su deseo.
Su padre estuvo a su lado en todo momento y solo salió a decirle a sus hermanos que ya estaba mejor.
Cuando regresó, Cristal ya estaba sola, sentada y esperando por saciar su curiosidad.
El hombre le acarició la mejilla con ternura.
—¿Cómo estás, papi? —preguntó haciéndolo sonreír.
—¿Me lo preguntas tú, querida niña?
—Es que te conozco, debiste pasarlo muy mal —la preocupación genuina de Cristal le conmovió.
—Mi princesa estaba luchando por su vida, era imposible que estuviera tranquilo.
—Fue Alicia, papá —declaró con seguridad—. Ella quiso matarme.
—Lo sabemos. Fue detenida en el acto.
—¿Y Beltrán? ¿Dónde está? —inquirió, buscándolo con la mirada. El padre sabía que tendría que explicarle a su hija el motivo de la ausencia de su novio. El joven no estaba allí, llevaba ausente desde que habían internado a su hija y a Alberto tal actitud le preocupaba.
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El día que me quieras
Romance¿Cómo añorar lo que nunca se ha tenido? Si él nunca ha conocido el amor ¿por qué de pronto tiene ojos solo para ella? Cristal siempre ha tenido todo lo que ha deseado. Su vida transcurre sin sobresaltos entre el colegio, sus amigos y su amorosa fam...