Capítulo 52

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Se avecinaba una conversación difícil y Matías no sabía cómo abordarla. Beltrán acababa de llegar de visitar a Irina y transmitía un halo de satisfacción extraño en él. Uno de los aspectos que más le inquietaban de la personalidad de su hermano era lo mucho que anteponía los sentimientos de los demás por sobre los suyos y con Irina era aún peor.

Literalmente había desaparecido por días solo por permanecer a su lado. No obstante, su hermano se veía contento. No parecía que volviera de visitar a una persona que había atentado contra su vida.

—Hola, querido ¿cómo sigue la muchacha? —preguntó Diana apenas lo vio.

—Bien, está con medicamentos, pero creo que ya puedo decir que me liberé de ese tema.

Resuelto, se sentó en el sofá. Matías hizo un gesto de sorpresa que dio paso al orgullo ante la respuesta de su hermano. Había madurado tanto en tan poco tiempo y por fin comenzaba a priorizarse.

—¿Y eso? —preguntó.

—Le dejé claro a su madre que no voy a cambiar mi postura por su chantaje emocional —zanjó y Diana le dio una palmadita en la mano. Beltrán la miró—. La experiencia con mi madre me enseñó que una vez abierta esa puerta es imposible cerrarla.

—Toda la razón, querido mío —apoyó Diana—. Es momento de enfocarte en ti mismo —la mirada se le iluminó con picaría al agregar—: Además, tienes a Cristal y ella debe ser la única persona a quien le debas lealtad. Lo que le pasó a Irina fue lamentable, pero tú no tienes la culpa de las decisiones que tome de ahora en adelante.

Cristal.

La sola mención de la chica le arrancó una mueca de incomodidad al mayor de los Cruz-Coke.

—¿Pasa algo, hermano? —inquirió Beltrán ante la tensión de Matías.

—Hay algo que tengo que comentarte, Beltru —la seriedad en su tono alertó a los presentes.

—Si es privado, puedo dejarlos a solas —ofreció Diana, poniéndose de pie, pero su hijo negó.

—No es necesario —Matías se rascó la nuca—. Simón se puso en contacto conmigo.

A Beltrán se le dibujó una involuntaria sonrisa. Que su hermano y Simón volvieran a hablar le alegraba, para él era un tema pendiente que se recompusiera aquella amistad que se había roto por sus líos con Cristal.

Sin embargo, el tartamudeo poco propio de su hermano dio paso a una revelación que le apretó las vísceras.

Su rostro, blanquecino por naturaleza, se tornó ceniciento.

—No es posible —murmuró, preso de un sentimiento de angustia que solo el abrazo de Diana pudo mitigar—. No puede haberse enterado. Era yo quien debía decírselo.

☆☆☆

Habían pasado una semana desde el descubrimiento del pasado de Beltrán y Laura abrazaba a su hermana menor. Ambas estaban recostadas en la cama de Cristal hablando en susurros como cuando eran niñas y se acostaban juntas.

—Por lo que dices Beltrán es un chico increíble —decía Laura.

—Sí —confirmó, enamorada—. Lo amo más que antes.

Laura, sin entender del todo la situación, le besó el pelo recién lavado. La verdad es que Cristal no le había hablado en detalle de lo que se había enterado, así que como hermana se había preocupado por la reacción que había tenido.

Sin embargo, Cristal estaba tranquila y había experimentado un cambio muy positivo en esos días viendo con otra luz a su novio.

—¿Entonces ya no vas a viajar? —Cristal se rio, había actuado impulsivamente guiada por la desesperación.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora