Capítulo 28

46 2 1
                                    

Beltrán se instaló en el antiguo departamento de Diana, le tomó un día organizar sus cosas y reponerse del vuelo, pero ya estaba descansado y dispuesto a cumplir con su cometido.

Lo primero que hizo fue revisar su celular y respondió los mensajes de su madrastra y hermano para asegurarles que estaba bien. Luego revisó su correo electrónico donde tenía uno de la universidad que le notificaba la fecha en que estaría disponible su título.

Tenía un mensaje más que leyó con algo de inquietud. Era de Irina deseándole suerte y reiterando que su amor por él era fuerte, que lo esperaría hasta que regresara sin hacerle preguntas y que no sabía vivir sin él. No respondió porque no supo qué decirle.

Tomó desayuno y se alistó para salir. No había apuro aparente, pero se sentía ansioso. Ese día había quedado de reunirse con Carla y Andrés en un restaurante a la hora de almuerzo. No sabía que saldría de esa reunión.

Habían sido cercanos, lo suficiente como para ser considerados amigos, pero no confiaba en que lo recibieran con los brazos abiertos, el tiempo y la distancia habían creado una brecha entre ellos.

De esa reunión dependían muchas cosas referentes a Cristal también.

Inquieto, salió temprano a caminar. Observó los cambios que habían acontecido a lo largo de los años, tiendas que habían renovado sus fachadas y locales nuevos que ocupaban el sitio de otros que ya no existían.

El implacable paso de los años se materializó frente a sus ojos. Lo invadió la nostalgia y la culpa.

Cinco años de ausencia.

Si su madre hubiera sido una mujer normal, él habría disfrutado de una vida escolar común y habría mantenido el lazo con sus compañeros aun cuando sus caminos se hubieran separado.

Detuvo el pensamiento porque ya no tenía caso que imaginara realidades alternas. La vida había seguido su curso y nada cambiaría su pasado.

Llegada la hora estipulada, se dirigió al sitio de encuentro y vio a la pareja sentada al fondo, hablando amenamente. Se detuvo a mirarlos con curiosidad, se veían diferentes, pero seguían siendo igualmente reconocibles.

Carla tenía un rostro más delgado y menos dulce que antaño. Había un brillo pícaro en su mirada mientras tomaba a Andrés de la solapa de la camisa.

Su novio se alejó rápidamente y, azorado, le dijo algo que se intuía era un reclamo por los gestos que hacía y que a ella le hicieron reír. Podía ver a Andrés y reconocer tus cambios también. Se veía más adulto y con facciones afiliadas.

Eran una pareja visualmente atractiva.

Caminó hacia ellos y carraspeó para llamar su atención. Los dos le miraron al tiempo, lo cual le causó gracia por la coordinación que mostraron.

El primero en reaccionar fue Andrés, quien estiró la mano cordialmente.

—Ha pasado un tiempo desde la última vez que nos vimos, Beltrán ¿cómo estás? —preguntó. Su novia alzó la ceja derecha y se puso de pie también.

—¿A quién le interesa cómo está? —se dirigió a Andrés con ira contenida—. La única explicación que importa es el motivo de su regreso —espetó, hostil.

Beltrán recibió la reprimenda con gallardía y asintió.

—Supuse que estarías enojada, Carla. Lamento haberte involucrado en esto —se disculpó y la tensión en los hombros de la chica disminuyó.

—No se lo tengas en cuenta —calmó Andrés tomándole la mano a su novia e invitándole a volver a sentarse—. Está molesta contigo por lo que pasó con Cris. Son muy amigas —aclaró y Beltrán se sentó frente a ellos.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora