Capítulo 54

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Alicia recibió la notificación sobre la demanda interpuesta por Beltrán en su contra dos semanas más tarde. Incrédula la había leído una y otra vez. Su sorpresa había dado paso a la ira.

Una ira profunda y ciega que bullía peligrosamente en su interior.

¿Acaso una madre no tenía derecho a saber de la vida de su hijo? En su cabeza no había espacio para la posibilidad de perder el control sobre Beltrán. Ella era su madre y lo sería toda la vida por más que él lo negara y se engañara a sí mismo jugando a la familia feliz con su medio hermano.

No obstante, por más que Beltrán se las diera de fuerte e independiente, la verdad es que no lo era. Si antaño no había mostrado un atisbo de personalidad era imposible que mágicamente las cosas hubieran cambiado.

Le divirtió el pensamiento ¿Cuál era su punto débil?

—La hija del antiguo alcalde —espetó a la nada con una sonrisa malvada dibujada en la cara.

☆☆☆

Desde la llegada de Diana y Matías días antes, Cristal sintió cierta distancia de parte de Beltrán, al menos físicamente hablando. No habían tenido tiempo para ellos, por lo que aprovechando que tenía que ir a la universidad por un trámite menor, le había pedido que la acompañara. Por supuesto él había aceptado de buena gana.

Ir con él de la mano enseñándole el campus resultaba nuevo y excitante. Beltrán le hacía preguntas sobre sus días de universidad y ella le contaba algunas anécdotas divertidas.

—Echaré de menos sentarme a la sombra de los árboles después de las clases —dijo nostálgica.

El joven se detuvo y miró al cielo. Las copas de los árboles impedían el paso total de la luz sombreándole la vista.

—Mi facultad era un edificio. No teníamos esto.

Se estiró y Cristal sonrió. Envidiaba que Beltrán se viera tan bien ese día, con unos vaqueros gastados y una remera verde, que varias chicas hubieran volteado de verlo. Ni siquiera habían intentado disimular frente a su novia.

Ella había pasado una hora arreglándose y no causaba el mismo efecto. No era que lo buscara, solo que quería verse tan bien como él.

—Ven —indicó y lo obligó a sentarse en el césped—. Quedémonos aquí un rato.

Él, sumiso, se sentó con la espalda en contra de un árbol y ella se acurrucó a su lado. Le besó la cabeza y aspiró su aroma.

—Te echaba de menos —dijo en un suspiro—. Parece que fue hace una eternidad que estuvimos solos.

—Sentía lo mismo —acotó ella, girando la cara, le besó el nacimiento del cuello.

—¿Te dije que durante mi viaje hablé con mi terapeuta?

—Lo mencionaste —respondió, adormilada oyendo los latidos de su corazón.

—Le hablé de ti —confesó. Cristal, con la cabeza apoyada en su pecho, buscó su mano y la besó—. Y sobre algunos aspectos de nuestra relación también. Me preocupaba que mis traumas nos impidieran tener una vida sexual plena.

La joven dio un respingo.

—¿Le hablaste de nuestra vida sexual a tu terapeuta?

—Bueno... sí. Es un aspecto de mi vida que había cambiado desde la última vez que lo vi —se defendió.

—¿Es habitual? —preguntó. Se sentía avergonzada, pero curiosa a la vez. Él alzó una ceja—. Que hables de esos temas con él, quiero decir.

—Le cuento sobre mis avances. Independientemente del tema.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora