Los mellizos no le quitaban los ojos de encima y Beltrán comenzaba a sentirse incómodo bajo su escrutinio.
Cuando Cristal le había invitado a su casa a almorzar ese domingo, Beltrán había creído que su padre sería quien mostraría recelo ante su presencia, pero para su desconcierto no había sido él, sino que sus hermanos menores.
El silencio en el que estaban sumidos le erizaba la piel de la nuca.
—¡Disculpa la tardanza, Beltru! —el joven soltó un suspiro de alivio cuando Cristal apareció y lo rescató—. Laura quería que la ayudara con la distribución de las sillas.
No era extraño que la familia se reuniera a comer, pero aquel día tenían tres invitados adicionales: la tía Constanza, la novia de Simón y él.
Sentía curiosidad por la chica que había conquistado al hermano mayor de su novia, pero aún la pareja no llegaba.
—Tranquila, tus hermanos me hicieron compañía —dijo. Ambos chicos miraron a Cristal con la culpa dibujada en sus caras. Acababa de delatarlos sin querer.
—¿Qué hicieron? —preguntó con la voz estrangulada dirigiéndose a Nicolás y Benjamín.
—No hicimos nada —se quejó el más pequeño.
—Calma, Cris, es verdad. Todo está bien —intervino Beltrán. No había tenido la intención de que su novia se enfadara con los adolescentes. Quería llevarse bien con la familia de su chica y estaba fallando estrepitosamente.
—Los conozco de sobra como para saber que a veces son capaces de poner a prueba la paciencia de la gente —siguió ella. Nicolás rodó los ojos.
—Bueno, tampoco es que nos hayas presentado a tu novio nuevo. No tenemos idea de quién es —se defendió. La joven se sonrojó hasta las orejas. Lo de novio nuevo sonaba casi como si ella cambiase de novio todas las semanas.
—Eso podemos arreglarlo —medió Beltrán teniéndole la mano a Nicolás quien la tomó reticente—. Me llamo Beltrán y fui compañero de colegio de Cris. Es un placer conocerte. Nos cruzamos un par de veces hace años, pero nunca habíamos hablado.
—Soy Nicolás, tengo quince años y soy el mayor de los dos por tres minutos —indicó a su hermano menor. Soltó la mano de Beltrán y éste estrechó la mano del más pequeño.
—Me llamo Benjamín.
—Encantado, Benja. Tu hermana me contó que te gustan los videojuegos y los cómics, a mí también me gustan —confidencio, cómplice.
—Podría mostrarte mi colección —espetó el chico encantado.
Cristal negó con la cabeza, divertida. Beltrán había roto el hielo de la mejor manera. Además, acababa de enterarse de ese detalle y le provocó ternura. Decían que los hombres nunca dejaban de ser niños completamente y con eso lo comprobó.
La puerta de la entrada se abrió dando paso a Simón y a su novia, quien traía un paquete en las manos.
—Preparé el postre, espero que les guste —dijo, tímida.
Cristal los recibió con un cálido abrazo y, de pronto, Laura también estaba ahí ahogando a Vania con sus atenciones. Beltrán quedó rezagado hasta que Cristal lo tomó del brazo para ponerlo frente a la futura madre de su sobrino.
—Vania, te presento a Beltrán —dijo, Simón apretó los labios. Estaba comportándose muy civilizado, pero para su pareja no pasó desapercibido que estaba incómodo.
Además, la actitud relajada de Cristal contrastaba con la que había tenido la primera vez que se había visto. Iba a interrogar a su novio en cuanto tuvieran tiempo a solas.
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El día que me quieras
Roman d'amour¿Cómo añorar lo que nunca se ha tenido? Si él nunca ha conocido el amor ¿por qué de pronto tiene ojos solo para ella? Cristal siempre ha tenido todo lo que ha deseado. Su vida transcurre sin sobresaltos entre el colegio, sus amigos y su amorosa fam...