Capítulo 39

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Aquella mañana, Cristal estaba tan nerviosa que no había sido capaz de dormir la noche anterior. Buscó una excusa y salió de su casa, sin dar explicaciones, muy temprano. Eligió tomar el autobús e ir al cementerio donde descansaba su amada madre para recibir algo de consuelo. Era triste que su única conexión con ella fuese ese lugar que no se había impregnado ni un poco con su calidez.

Se arrodilló junto a la lápida y acarició el relieve de las letras del nombre de su mamá. Había una fotografía de ella sonriendo junto a un florero con sus flores favoritas, su padre había estado allí.

Alberto seguía de duelo y sus hijos habían aceptado que no estaba preparado para iniciar otra relación. Estaba bien, ocurriría cuando él sintiera que había llegado el momento de volver a enamorarse.

—Mamá, te echo tanto de menos —dijo en su susurró, la brisa de la mañana le helaba las mejillas, pero el brillo del sol presagiaba que haría buen tiempo—. Beltrán está aquí y me ha vuelto a confundir, al menos puedo agradecerle el que me distrajera de lo de hoy —apretando los labios se inclinó sobre la foto—. Pero no puedo escapar por siempre y tengo miedo, mamá. Estoy muy nerviosa ¿Podrías echarme una mano?

☆☆☆

Beltrán no recordaba haber corrido tan rápido en toda su vida, pero ahí estaba. No iba a detenerse a pensar en el motivo y en cómo aquella inesperada situación cambiaba el curso de los acontecimientos. No le importaba.

Solo necesitaba acudir al llamado de auxilio que había recibido.

Carla le había enviado un mensaje, diciendo que él había sido la única persona en la que había podido pensar para apoyar a Cristal. Algunos detalles aislados le habían dado una idea de lo que estaba pasando, pero no tenía la perspectiva completa y solo se enteraría una vez que llegara a la clínica donde estaba la joven.

En la recepción preguntó por la zona de entrega de resultados de exámenes de laboratorio y se dirigió hasta allí. Sus ojos se movían frenéticamente buscando a la muchacha.

La vio sentada con la vista perdida y el rostro pálido. No se movía y cualquiera que no conociera la situación, se deleitaría con su imagen hermosa en medio de la blanca sala.

Él, siendo tan débil como era con ella, frenó su instinto primario de observarla para memorizar cada detalle, y se acercó.

Se arrodillo frente a la joven. Cristal levantó la cabeza y, sorprendida, dio un respingo.

—¿Qué haces aquí? —preguntó en un susurro.

—Carla me llamó.

—Debí suponerlo. Le pedí que no viniera ni hiciera un drama de esto —no fue capaz de inyectarle a sus palabras la intención que quería y se rindió. No podía sonar acusadora cuando su cabeza estaba en cualquier parte— ¿Qué te dijo?

—Que me necesitabas —espetó simplemente acariciando sus manos— ¿Qué pasó?

—Desde la muerte de mamá, mis hermanos y yo nos hacemos revisiones periódicas. Los míos no han salido del todo bien —confesó con amargura.

Los latidos del corazón de Beltrán se aceleraron, perderla no era una opción para él. El pánico en su semblante conmovió a Cristal quien le acarició la cara instintivamente.

Una caricia suave que le llegó al alma dadas las circunstancias.

—Estarás bien, lo sé.

—Seguro que sí —intentó animarlo, lo que resultaba irónico puesto que era ella la que podía estar enferma.

Sabía que lo que correspondía era llamar a su familia y quitarle la responsabilidad a Beltrán de acompañarla. No obstante, cuando se lo planteó él se negó diciendo:

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora