Capítulo 15

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Matías llegó a su casa después de dejar a su hermano en el hotel. No le molestaba que estuviera allí con la tía de su mejor amigo, es más le daba confianza que estuviera con alguien cercano, pero nuevamente la mujer había rechazado que le pegara la estadía de Beltrán y aquello no le gustaba.

Ella vivía de su hotel, era su único ingreso y no podía seguir abusando de su hospitalidad, había intentado llegar a un acuerdo, pero ella había retrucado que no era una molestia y que le había tomado aprecio a su hermano.

Hablaría con su padre para que le ayudase con ese asunto. Además, podía servir para acercarlo a Beltrán, ya que no habían vuelto a hablar desde que había salido a la luz su secreta familia.

Fuese culpa o vergüenza, José Luis no estaba dando ningún paso en dirección a su hijo menor.

Distraído con ese pensamiento pasó por el salón y escuchó a su padre hablando con alguien.

—Que mi hijo esté pagando por mis errores ya es suficiente castigo para mí.

—¿Que tu hijo sufra es tu castigo? —Matías alzó las cejas al reconocer la voz de su madre. Agudizó el oído—. No puedo creer que seas tan egocéntrico.

—No sabes cómo me ha carcomido la culpa desde que me enteré por lo que había pasado. No estuve a su lado cuando me necesitó ¡No he tenido paz desde entonces! —exclamó con la voz temblorosa. Matías debió empatizar con su padre, no obstante, no pudo. Creía que estaba afectado, pero no entendía su pasividad. Beltrán era la única víctima, no él.

—Ponte los pantalones de una vez ¿quieres que tu amante te siga manipulando? —la voz de su madre dejaba en evidencia lo molesta que estaba—. Me buscó, José Luis ¿entiendes lo delicado que es el asunto? —Matías alzó las cejas, su padre había dicho que la mujer era inestable. Le alarmó que su madre tuviese contacto con ella.

—Diana, debes entender...

—No me pidas que entienda. Fue agresivo e insinuó que la separamos de su hijo. No quiero estar en la mira de una persona desequilibrada, ni mucho menos que Matías lo esté —el tono de Diana era cada vez más elevado—. A diferencia tuya, yo sí estoy dispuesta a defender a mi hijo.

Matías hizo una mueca, su madre había sido especialmente cruel con ese comentario, aunque no dejaba de tener razón.

—Amo a mis hijos, jamás los pondría en riesgo.

—¿En serio? Porque tienes a tu hijo viviendo en un hotel lejos de tu protección —la mujer suspiró y Matías pudo imaginar la expresión de molestia que tenía en la cara—. Beltrán es un niño aún —le sorprendió diciendo en un tono más amable—. Este tiempo separados me ha ayudado a comprender que lo que él vivió también fue en parte culpa mía. Por mí nunca reconociste a tu hijo ni luchaste por su custodia. Era un inocente a merced de la maldad de una mujer despechada y celosa. Haz lo correcto, José Luis, tienes a Matías de tu lado y, aunque ya no estemos juntos como pareja, también estaré aquí.

Escuchar las palabras de su madre conmovieron a Matías. Decidió dejar de oír a escondidas y apareció, para conmoción de los presentes que no sospechaban que tenían un espectador.

—Gracias, mamá —espetó arrodillándose a su lado, estiró los brazos para refugiarse en ella y ocultó su rostro en su regazo—. No te imaginas lo valioso que resulta para mí escucharte decir que estarás con nosotros.

—Mi amado hijo —correspondió a su abrazo y besó sus rubios cabellos—, me ha contado tu padre que has entablado una buena relación con tu hermano, me alegra mucho.

—Es un chico excelente, mamá —contó con orgullo—. Muy bueno, simpático y algo tímido, pero de mente rápida —separándose de ella miró a su padre—. Ha comenzado a jugar fútbol. Es bastante hábil, fuimos por zapatillas nuevas y terminamos comprando el equipo completo. Usé tu tarjeta, papá.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora