Capítulo 50

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La noche de la titulación, Beltrán recibió su diploma de manos de Diana, la universidad tenía la tradición de que fuesen los padres o algún familiar cercano de los egresados ​​quienes hicieron entrega del título y, obviamente, en el caso de él había elegido a su madrastra.

Matías aplaudía desde el palco a su hermano menor y a su madre cuando se fundieron en un apretado abrazo. Les tomó muchas fotos y colgó una en su perfil privado de redes sociales. Estaba muy orgulloso.

La salida fue algo caótica entre tanta gente. Sin embargo, se las arregló para dar con los dos.

Diana tenía lágrimas en los ojos y llevaba a Beltrán del brazo, recibió felicitaciones de algunos docentes por el desempeño de Beltrán a lo largo de la carrera.

—¡Felicidades, hermanito! —le abrazó—. No nos habías dicho que te habías ganado el premio a la excelencia.

—Ni siquiera yo lo sabía —se defendió—. Había una compañera que tenía mejor desempeño que yo.

—Soy esa compañera —una muchacha pelirroja de mirada inteligente se acercó al grupo—. Pero me relajé un final. Felicidades, Beltru, un honor perder contra ti.

—Gracias, Dani. Sigo sorprendido, la verdad.

—Qué va. No seas tan humilde —se quejó riendo—. Señora, su hijo fingía no haber estudiado para que bajáramos la guardia y masacrarnos en cada examen.

Diana se rio y abrazó a su protegido. El orgullo que sentía no lo podía disimular.

—¿Es eso cierto, cariño? —le preguntó y el joven resopló.

—Rara vez me sentí totalmente preparado antes de un examen.

Matías abrió la boca para decir algo, pero la chica le fulminó con la mirada en el acto. No la había visto nunca, pero le daba la sensación de que ella lo conocía y que él no le agradaba.

Qué extraño.

Beltrán los miró a los dos. Había tensión entre ellos, aunque siendo justos venía de parte de Daniela, no de su hermano.

—En fin, los dejo —espetó la joven—. Mi familia me espera. Felicidades nuevamente, Beltru. Te lo mereces.

—Felicidades también, Dani.

La madre, a quien no le pasó por alto el desconcierto de su hijo, se dirigió a él.

—¿La conoces? —inquirió.

—Nunca la había visto, pero creo que me odia —se giró hacia su hermano— ¿Sabes por qué?

—No tengo idea. Daniela es bastante agradable, estudiamos juntos en varias veces y nunca me habló de ti.

—¿Me darías su número? —preguntó en un susurro. Sus ojos habían acompañado a la chica en todo momento.

Si ella estaba molestando con él quería saber los motivos. Cabía la posibilidad de que no fuese el caso y solo hubiera actuado de ese modo para llamar su atención. De ser así, lo había logrado.

Beltrán le entregó su contacto, cómplice.

—Úsalo con sabiduría, pero que no se te olvide que es mi amiga —advirtió.

Los tres fueron hasta un restaurante a continuar con la velada y festejar. El ambiente distendido era seguido de cerca por un hombre mayor que miraba a la distancia, sin atreverse a la perturbar la paz de la familia.

Solo cuando Diana se topó con su mirada supo que no podía seguir a la sombra y se acercó a la mesa.

—¿Papá? —preguntó el menor poniéndose de pie. Su hermano lo siguió—. Dijiste que no podías venir.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora