Capítulo 23

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Los días que sucedieron a la muerte de Amanda fueron muy ajetreados y como familia tuvieron que ser fuertes para enfrentar con estoicismo su nueva realidad.

Todo lo que conllevaba la despedida de un ser querido resultó ser mucho más agotador de lo que Cristal se había imaginado. No había estado sola por fortuna. Familiares, amigos y compañeros habían estado con ella.

Pero no Beltrán.

Había asistido al funeral, por supuesto, porque el colegio había autorizado a todo su salón a participar del último adiós de la madre los Brunetti, mismo trato habían tenido con los compañeros de los mellizos. Sin embargo, no se había acercado, solo había dado el pésame con el grupo y en ningún momento la miró a la cara.

Le había dolido y, para su enfado, aún le dolía.

Lo peor es que tendrían que presentar su proyecto ese día y estarían forzados a hablar cuando era evidente que él no quería tener contacto con ella.

Su tía Constanza le había dicho que Beltrán había dejado el hotel y se había ido a vivir con Matías. Haberse enterado así le había molestado mucho.

No podía justificar sus acciones. Su distancia dejaba claro que no sólo había rechazado absolutamente sus sentimientos, sino que también le molestaban y no quería saber de ella.

Lo extrañaba, pero una parte de sí no podía perdonar que la hubiera dejado sola después de perder a su madre. Estaba tan lastimada que concluyó que Beltrán no era merecedor de su amor, lo superaría. Además, el duelo ya ocupaba gran parte de sus pensamientos.

☆☆☆

—Querido, tienes tiempo aún —reñía Diana a un muy adormilado Beltrán que se movía con torpeza por la cocina del departamento—. Siéntate y desayuna. Pedro irá a dejarte al colegio.

—No puedo, tengo que llegar temprano hoy —retrucó.

—Pasaste una mala noche —siguió ella recordando cómo el chico se había levantado después de dar muchas vueltas en la cama, despertándola al escuchar cómo iba a la cocina. El joven decía que desde hacía unos días su madre se aparecía en el colegio y, aunque la había evitado, le tenía perturbado.

Por lo mismo no le permitían irse solo al colegio y tanto por la mañana como por la tarde el chófer iba por él.

Ante esa información, Matías había sugerido que denunciaran a Alicia. Había antecedentes de sobra para que pusieran una orden de alejamiento en su contra, pero Beltrán no quería tener un lío judicial con su madre.

—Hoy es la presentación de mi trabajo de biología. Eso me tiene ansioso.

Diana sabía que no era así, pero fingió creerle y se acercó a él para darle un abrazo.

—Lo harás muy bien, querido mío. Confío en ti.

—Gracias, Diana.

Matías apareció en la cocina con el cabello revuelto y aún en pijama.

—Buenos días —saludó frotándose los ojos— ¿Ya te vas, hermano?

—Sí, yo... —Beltrán miró a su madrastra y se sonrojó cuando esta le miró alzando la ceja—. No. Aún no tomo desayuno.

Se sentó sumisamente y comió como correspondía. Beltrán se sentía muy querido en la casa de su hermano y Diana. La mujer lo trataba con mucho amor y se preocupaba por él sin dejar de respetar su espacio, por ello había decidido abandonar el hotel. Aunque esto último le había dolido porque implicó dejar a tía Constanza en un momento en que necesitaba compañía, sabía lo devastadora que había sido la muerte de su hermana para ella.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora