Capítulo 49

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Diana estaba ansiosa, su querido Beltrán arribaría en cualquier momento. Le había dejado un mensaje confirmándole que el avión había aterrizado y solo estaba esperando que abrieran la puerta. Estiró el cuello para ver a su protegido entre el gentío sin éxito.

—Mamá, cálmate —espetó Matías soltando un resoplido—. Actúas como si no lo hubieras visto en años.

—Es la primera vez en cinco años que pasamos tanto tiempo separados —retrucó ella—. Extrañé su compañía.

—Es más tu hijo que yo —se quejó el joven rubio.

—Y a este paso me hará abuela antes que tú —lo reprendió. Matías soltó una carcajada con despreocupación.

Beltrán les había dado la noticia sobre su relación con Cristal y se alegraba por él sinceramente. Sin embargo, Matías no lo envidiaba. Él no quería relaciones serias. Valoraba su libertad, aunque eso no fuese impedimento para que tuviese ligues casuales de vez en cuando.

—Eres muy joven para ser abuela —le dijo. La salida se comenzó a llenar de pasajeros, a lo lejos distinguieron a Beltrán, que llegaba con una mochila al hombro y una radiante sonrisa.

Se acercaron a él y le saludaron contentos de verlo.

—Qué alegría volver a verte, cariño —Diana le besó la mejilla—. Felicidades, mi amor

—Pero aún no me han dado mi título.

—No lo decía por eso —le guiñó el ojo— ¿Cómo está mi nuera? —Beltrán negó suavemente, pero el brillo en su mirada delataba su orgullo.

—Hermosa —declaró con simpleza—. Les manda saludos.

—Debiste traerla —espetó Matías—. Dame tu mochila —exigió y éste se la dio de mala gana.

—No está tan pesada —Diana le tomó del brazo y se dirigieron al exterior.

—Me alegra verte tan feliz, querido —continuó ella. Una vez en el auto, Beltrán se sentó en el asiento trasero junto a su madrastra. Matías al ver el puesto del copiloto vacío se quejó por ir solo.

Entendía, por supuesto, que su madre había extrañado a su hermano menor. Ellos tenían una conexión especial que Matías no lograba comprender. Tal vez fuese por la tragedia que había atravesado Beltrán y el sentimiento de protección que había despertado en su madre lo que les había acercado tanto.

La verdad era que Beltrán había mitigado el dolor de la disolución de su matrimonio con su compañía y Matías no se cansaría de agradecérselo.

—¿Viste a papá cuando estuviste allí? —preguntó el mayor.

—Me llamó varias veces y hablamos de reunirnos, pero no tuvimos la ocasión de hacerlo.

—Está muy ocupada con su nueva novia —aportó Diana, en su voz no había rastro de celos, solo resignada indiferencia.

—¿Tiene novia? —preguntó Beltrán, sorprendido.

—Una jovencita solo un par de años mayor que tú —se rio—. En buena hora me separé de tu padre —le dio una palmadita en la mano—. De mi matrimonio saco en limpio dos cosas. La primera son ustedes y la segunda es la mitad de todo el capital lo que acumulamos durante nuestros años juntos.

—¡Mamá! —se alarmó Matías, Beltrán estalló de risa.

—No te hagas el ofendido ahora, Matías, los tres hemos tenido una vida holgada y muy cómoda gracias a la compensación que recibí.

No solo holgada y cómoda, pensó Beltrán. A pesar de que Cristal no estaba a su lado, habían sido años felices para él. Su madrastra y medio hermano le habían hecho parte de su familia. Habían sido los tres contra el mundo.

El día que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora