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—¿Puedo preguntar cómo es que... estás aquí?—le pregunto a Adhair, sujetándome con fuerza del Pomo—. Es decir, claramente no me molesta, pero... es sorpresivo. Se supone que no había ningún azul este año.

No lo había—contesta tranquilamente—. Ahora la hay y te elegí a ti. ¿Por qué pareces insegura?

—No es inseguridad—bufo—. Es mucha, mucha, sorpresa. Sin embargo, debo admitir que estoy feliz. —Sonrío.

Deberías, no todos tienen el privilegio de tenerme como su Dragona.

«Que humilde»

Es la realidad—dice—. Después de cien años, y solo dos jinetes, puedo asegurarte que no cualquiera llega hasta donde tú estás ahora.

—¿Dos jinetes?—Parpadeo sorprendida. «Hay dragones que han tenido pocos jinetes. Pero que tengan tan pocos es... extraño»

No siento en absoluto desconfianza hacia Adhair, estoy completamente tranquila a pesar del viento que reseca mis ojos y la altura a la que volamos.

Simplemente siento curiosidad.

Nunca había escuchado de ninguna dragona azul además de Sgaeyl. Se tiene muy poca información de ellos a pesar de que hay un grupo en servicio activo en las montañas Esben.

Porque a los dragones no les gusta dar explicaciones a los humanos, sobretodo si no son sus jinetes—resopla Adhair—. Mi línea es distinta a la de Sgaeyl. Los primeros azules eran hermanos.

Oh.

»Lo que necesites saber, lo sabrás, pero hoy necesitas que te curen y descansar—sigue—. Todo lo que voy a decirte por ahora es que no elijo solo porque si. Veo el potencial, el fuego que hay en ti, Maeve. Te he visto volverte cada vez mejor desde que entraste al cuadrante y sé que eres especial.

—Sin presión—me burlo y ríe—. Eres bastante agradable para... ya sabes, ser un dragón que ve a los humanos como seres inferiores.

Son seres inferiores. Y gracias.

—De nada. —Sonrío cuando diviso a más dragones con sus jinetes llenando el cielo.

Naranja, marrones, verdes y rojos de distintos tamaños. Pero ninguno de ellos tan grande como Adhair.

«Algo nos dijeron sobre eso. Igual que los negros, los azules de caracterizan por tener un gran tamaño. Y por seguir sus propias reglas»

Exactamente, ricitos de oro—Adhair ríe.

—Solo mi hermano me llama ricitos de oro, y lo hace por molestar—le hago saber.

Pues ya no. Ahora yo también te llamo así. Tu cabello parece oro, y hay una especie de llama dorada proveniente de ti—dice—. Me parece que es acorde.

—Bien, supongo que si. —Aunque las palabras "Llama dorada proveniente de ti" me trae recuerdos que no quería volver a ver.

~~~

Tienes una llama dorada en ti, bebé. —Mamá besa mi cabeza—. Nunca temas a la oscuridad, porque tu ser entero repele todo lo que ella atrae.

—¿Los monstruos de la oscuridad no pueden hacerme daño?—pregunto en un murmullo y los ojos grises de mi madre se vuelven suaves.

—Jamás podrán—asegura—. Los dioses te protegen—aparta algunos mechones de cabello de mi rostro—. La muerte y la vida te pertenecen tanto como la luz, mi pequeña.

Love Scales [Liam Mairi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora