Capítulo 8

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CAPÍTULO 8ALEJANDRO

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CAPÍTULO 8
ALEJANDRO

—La madre debe subir al estrado. Es la única testigo.

—Pero ellos alegan que ella puede manipular la situación por haber estado en riesgo y ser la víctima.

—Bueno, no importa. Igual podemos ganar solo con él hablando. Tenemos a un jurado que se compadece y entiende la situación. —Kate asiente —. Lo mejor aquí es hablar con él, decirle que sea honesto y ante cualquier situación pedir que su condena sea un poco de trabajo humanitario y un psicólogo. Es... es un niño, Kate.

Ella me observa con detenimiento y se sienta a mi lado, en una silla en el pasillo de la corte, y pone su mano en mi hombro. Detesto los casos de violencia, con niños o jóvenes involucrados. Son una mierda. Una mierda para la familia, una mierda para uno porque la gente en su mayoría continúa viendo hacia otro lado o cubriéndose los ojos ante estas situaciones. La única manera en la que se indignan es cuando el abusador, ni siquiera la víctima, resulta herido o muerto. Una mierda. Y gran fallo en el sistema.

—¿Puedo saber por qué esto te frustra tanto?

—Me frustra igual que cualquier otro caso.

Me paso las manos por el pelo antes de levantarme y acomodarme el traje.

—Vamos. Tenemos un caso que ganar.

—¿Almorzamos después? Tengo algo que contarte.

Hago una mueca y abro la puerta para ella.

—No puedo, iré a almorzar con Nora.

—¿A almorzar con ella o a ella?

Rio ante su pregunta, pero decido ignorarla. Bien puedo hacer ambas. Estar con Nora siempre implica hacer algo más allá de lo que se supone quedamos en hacer. Como cuando empezamos a salir, aunque ella no lo llamaría así, que le llevé helado porque ella quería y además de hablarme de músculos cuyos nombres nunca pude pronunciar, terminó sentada sobre mis piernas, en la incomodidad del auto, mientras me dejaba saborear los restos de helado de sus labios.

O la vez que fuimos al cine y ella terminó acostada en los asientos traseros del auto, con las piernas abiertas y mi cara metida entre ellas mientras... saboreaba su interior en medio del parqueo.

Ah, qué recuerdos.

—¿Qué piensas? —cuestiona en un susurro.

—Nada —sonrío —. Siempre puedes hablar con Mark.

Frunce los labios.

—Nah. Es un idiota.

Damos por zanjado el tema cuando Mark entra en la sala junto con nuestro cliente y su madre. No me pierdo la mirada que le da a Kate y me temo que el bicho chismoso de Nora se ha pegado a mí. Hay algo sucediendo ahí. Sin embargo, aunque el bicho chismoso intente acaparar mi atención me concentro en lo que es realmente importante hoy: ganar.

Querida NoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora