Capítulo 10

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CAPÍTULO 10NORA

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CAPÍTULO 10
NORA

No mentiré diciendo que Alejandro y yo nos esperamos hasta comernos el postre para irnos, porque eso sería una cruel y vil mentira.

Y yo mentirosa no soy.

Primero que nada, porque no sé mentir, seamos honestas.

Lo que sí puedo decir y lo que sí es verdad es que nos llevamos el postre a su casa, donde entramos a trompicones porque no dejamos de besarnos. Dejo caer la bolsa con el postre, y después, no sé dónde empiezan sus manos ni dónde terminan las mías. Solo soy consciente del ruido que hace la hebilla de su cinturón cuando suelto, también del ruido sordo que hace su saco al caer al suelo y de nuestros zapatos cuando los quitamos. Pero soy más consciente de sus besos húmedos y necesitados yendo de mis labios a mi cuello y pecho mientras busca el cierre de mi vestido.

—¿Dónde...? —me besa —¿...el jodido zíper? —se queja tanteando mi espalda en su búsqueda.

Rio y me encojo de hombros, pero eso lo desespera más. Mi espalda golpea con un poco de fuerza la puerta cuando me empuja y yo vuelvo a reírme en medio del beso cuando me sujeta de las piernas y me alza. El vestido se me recoge y mi entrepierna choca con la suya. Sus manos se meten por debajo del vestido y me tocan el culo sin vergüenza alguna mientas devora mis labios en un beso necesitado.

Me aleja de la pared y vuelve a besarme desesperado. Sube conmigo aferrada a su cuerpo el pequeño tramo de escaleras que nos lleva a su cama, se deja caer en el colchón y me deja sobre sus piernas mientras sus manos acarician mi espalda y las mías su cabello azabache. Inclina la cabeza hacia atrás y me observa. Me observa. Con el cabello despeinado, sus ojos grises brillando, las mejillas sonrojadas y los labios entreabiertos.

Sonrío, paso mi mano por su frente, aparto un mechón de cabello de su rostro y lo veo de la misma forma en la que él me ve a mí. Con amor. Con deseo. Con anhelo. Como si fuese lo más precioso en lo que mis ojos se han posado alguna vez.

—Te amo —suelta en un susurro necesitado y yo quiero comérmelo a besos, pero es él quien baja el tirante de mi vestido y me da un beso en el hombro —, te amo —repite y deja otro beso en mi piel —, te amo —dice una vez más y parece que al fin sus manos codiciosas encuentran el zíper del vestido —, joder, te amo. —Suspira y termina de bajar el zíper.

Los tirantes se deslizan por mis hombros y él suspira aliviado al tocar mi espalda y darse cuenta de que no hay nada más cubriendo mis tetas y sus ojos bailan de ellas hacia mi rostro hasta que finalmente fija sus ojos en mis senos y los observa como si los adorara.

Peino su cabello una vez más, bajo mi mano a su mejilla y él busca mi tacto, como si se entregara a mí de alguna forma.

—Yo te amo a ti —susurro —, te amo tanto que si algún día me dejas te corto las bolas.

Querida NoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora