Capítulo 3

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CAPÍTULO 3NORA

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CAPÍTULO 3
NORA



La mamá de Alejandro me observa. De verdad, me observa. Como si estuviera intentando meterse en mi cabeza y buscara todos mis pecados ahí mismo. Su mirada café y oscura, me resulta casi intimidante, pero no se lo demuestro en ningún momento y no muevo mis ojos de ella tampoco.

Sé que está buscando el más mínimo error, el más minúsculo mal movimiento para entonces, ¡zas!, caerme encima con toda su mierda. Ale dice que sí, pero yo no creo que su madre tenga intenciones de hacer las paces conmigo cuando sabe que a mí me da completamente igual lo que sea que su retrógrada mente perciba de mí. Solo bastó ver cómo sus ojos casi se salen de sus órbitas al ver mi vestido, como bajó su vista por mi cuerpo y una mirada juzgona y escandalizada tiñó su rostro perfectamente maquillado. La conozco. Llevo casi tres años de relación con Alejandro, he aprendido a estudiar y reconocer las expresiones de su madre cuando estoy cerca, y sé, que ninguna es buena. Nunca.

La mujer me detesta, esa es la verdad.

Quizás sea porque estoy quitándole al único hijo que aún la visita con frecuencia o quizás porque «soy una muchachita poco culta a la que le hace falta Dios y le gusta andar exhibiéndose». No conozco su razón, pero sé que me detesta.

—Nora, querida —dice el señor Skadden, un hombre ya bastante canoso, con ojos grises más oscuros que los de Alejandro, que me observa desde la punta de la mesa. Sonrío al voltear a verlo —¿Está todo bien?

Me las arreglo para mantener mi mejor sonrisa y asiento.

—De maravilla. —Un par de ojos cafés y un par de ojos grises se fijan en mis costados: Leigh y Ale, respectivamente, me ven con tanta fijeza que logran lo que casi nunca sucede: ponerme nerviosa.

—Te ves tensa —dice Madeline, la novia de Adam, el hermano menor de Alejandro, y sé que ella me entiende.

Sacudo la cabeza y mantengo mi sonrisa, que temo empiece a verse un poco fingida.

—Solo estoy un poco nerviosa por la semana que viene, ¿verdad, Kin? —Le doy un manotazo en un costado que la sobresalta, pero asiente.

—¿La otra semana? —inquiere Adam.

—Sí —responde Leigh a mi lado —. La otra semana empezamos las residencias.

—No tendrían porque estar nerviosas si ya tuvieron años de estudio... bueno, si a eso se le puede llamar a ir a fiestas y tener relaciones... prohibidas.

Frunzo las cejas. Una cosa es que ella haga comentarios en mi contra por salir con su hijo y otra es que meta a Leigh en algo que ella nada tiene que ver.

—Mamá —murmura Alejandro.

La mujer... Anna, perdón, ve a su hijo y pone en su rostro la sonrisa más falsa que he visto alguna vez en mi vida y ahí es donde una vez más pienso que las personas cuyas opiniones se escudan en la religión son las más hipócritas.

Querida NoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora