Capitulo 22

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CAPÍTULO 22ALEJANDRO

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CAPÍTULO 22
ALEJANDRO

Nora está acostada en mi cama, usando una de mis camisas y "leyendo" un libro al que estoy seguro no me presta ni el veinte por ciento de su atención. Está boca abajo, con los pies en el aire y su culo ante mí. Sé que sabe que la veo, pero finge indiferencia y yo también lo hago mientras intento concentrarme en limpiar la casa de Elliot que... no sé qué se hizo.

Joder. Nadie me manda de idiota a estarme comiendo el culo de Nora con los ojos. Ahora no sé dónde carajos está mi tortuga.

Me agacho y veo debajo de su mesa, debajo de la cama y temo por mi vida cuando veo hacia las gradas pensando que mi pobre tortuga se ha caído por ahí.

—¿Qué haces en el suelo?

Me golpeo la cabeza con la mesa al levantarme y Nora se ríe. Al ponerme de pie la encuentro sentada en la cama, sonriendo con burla y con algo verdoso entre las manos.

—¿Desde cuándo tienes a mi hijo en tus manos? Pensé que se había caído, Nora.

—Qué mal padre eres, Alejandro. —Sacude la cabeza y acaricia el caparazón de Elliot.

—Te estaba viendo. —Frunce las cejas —. Llevaba un buen rato viéndote, no hay manera posible en la que hayas cogido a Elliot sin que yo me diera cuenta.

Los ojos le chispean con diversión y sonríe de la misma forma. Dios, qué perdido estoy. Qué idiota me vuelvo cuando ella me ve y sonríe de esa forma.

—¿Estabas tan perdido viéndome el culo que olvidaste haberme dado a Elliot mientras limpiabas su hogar?

Frunzo las cejas, haciéndola reír. Confirmo de nuevo que no soy nada más que un pobre idiota enamorado hasta los huesos de esta mujer. Me limpio las manos y camino en su dirección, sonrío sin poder evitarlo al ver que su sonrisa se vuelve más grande y siento el corazón latirme con fuerza al estar de pie al lado de la cama.

No hay día en el que yo no vea a Nora como la mujer preciosa que es. No hay día en el que yo no la admire, porque incluso si se nos dificulta vernos, como ha sucedido en las últimas semanas, ella siempre me manda una foto suya que yo veo cada vez que puedo solo para recordarme que ella es mía y está conmigo. Sin embargo, estos momentos en los que solo es ella, sin maquillaje, un poco despeinada y con mi ropa, son los que más me gustan. Son los que más disfruto.

—Me estás viendo raro. —Rompe el silencio y baja la mirada hacia sus manos, donde aún tiene al pobre Elliot.

—No —murmuro —, te estoy viendo como mereces que te vea.

—¿Raro?

Sonrío y estiro una de mis manos para ponerle un mechón de pelo detrás de la oreja. Casi juraría que su mirada brilla un poco más.

—No, amor —susurro —, como el jodido rubí que eres.

Aparta la mirada y suelta un suspiro entrecortado. Cada vez que logro ponerla nerviosa y ella me lo muestra, lo tomo como una victoria.

Querida NoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora