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No podía creer lo que había leído. Me quedé sin palabras, mi mente atrapada en una maraña de pensamientos oscuros y confusos. ¿Cómo era posible? El Daemon Ritus... ¡ese maldito artefacto! Por su culpa, tanto mi tío Scooby como yo estamos condenados a sufrir una maldición. Una maldición que cambiaría nuestras vidas para siempre.


Según el libro, cuando el Daemon Ritus se fusionó conmigo, acepté sin saberlo una condición. Una maldición que se activaría si mi plan fallaba. Y así fue. Por eso mi cuerpo ha permanecido en el mismo tamaño, el de un cachorro. ¡Un cachorro! ¡No he crecido ni un centímetro en todos estos años! ¡Y eso no es todo! Mi voz sigue siendo la misma, esa irritante voz aguda que me recuerda constantemente lo que fui y lo que nunca volveré a ser.

—¡Maldita sea! —grité, furioso, lanzando el libro contra la pared de la celda. El sonido seco del impacto resonó en el pequeño espacio, pero no me importó. El odio me consumía, ardía en mi interior como un fuego incontrolable. ¿Cómo pude ser tan estúpido? ¿Cómo no lo vi venir?

Mientras mi furia crecía, mis pensamientos se dirigieron a mi tío Scooby. Él también está atrapado en esta maldición, aunque de una manera diferente. Por ser el alma sincera, le dieron 30 años más de vida. Treinta años en los que podrá vivir con un cuerpo sano y fuerte. ¡Pero yo! ¡Yo estaré en esta maldita prisión, del tamaño de un cachorro, por el resto de mi vida! ¿Cuánto tiempo será eso? ¿Treinta años? ¿Más?

—¡Esto no puede estar pasando! —me dije a mí mismo, golpeando la pared con mis diminutos puños. El eco de mi voz resonó en la celda vacía, pero no me trajo ningún consuelo.

De repente, mientras seguía lamentándome, sentí algo extraño en mi pecho. Un picor... no, algo más profundo. Era como si alguien me estuviera rascando desde dentro, una sensación inquietante que no pude ignorar.

—¿Qué diablos...? —murmuré, llevando una mano a mi pecho, tratando de identificar la fuente de esa sensación. Pero no había nada. Sin embargo, la sensación persistía, como una sombra que se negaba a desaparecer.

Me senté en mi cama, tratando de calmarme, cuando de repente, en la televisión que estaba en la esquina de la sala común, apareció una imagen que me dejó helado. ¡El Daemon Ritus! Ahí estaba, en exhibición en algún museo o evento, no me importaba dónde. Lo que sí me importaba era lo que sentía cada vez que alguien lo tocaba. Un dolor agudo, como si estuviera conectado a mí, como si mi cuerpo estuviera vinculado a ese maldito artefacto.

—¡Maldita sea, maldita sea, maldita sea! —grité, sin poder contenerme. Mi furia era incontenible, el odio burbujeaba dentro de mí como un veneno letal.

Pero entonces, mientras observaba las imágenes en la televisión, una idea comenzó a formarse en mi mente. Había algo más en el libro, algo que mencionaba una "segunda oportunidad". No sabía exactamente lo que significaba, pero algo me decía que no todo estaba perdido. Quizás, solo quizás, podría revertir lo que me había pasado. Pero primero... necesitaba saber más.

VolveréWhere stories live. Discover now