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Un grito profundo y atronador escapó de mi garganta mientras la energía se desbordaba dentro de mí. Sentía cómo cada fibra de mi cuerpo se expandía, lista para recibir el poder absoluto que finalmente había conquistado.

Primero, mis cejas. Era un detalle sutil, pero la energía se acumulaba ahí como un leve zumbido. Poco a poco, sentí como los pelos se alargaban y crecían, robustos y firmes, volviéndose más densos y afilados, dotándome de una expresión mucho más feroz. Aquella transformación en algo salvaje y poderoso comenzaba a partir de ese detalle insignificante.

Luego, las patas delanteras. Aun en su forma primitiva, empecé a sentir un estirón, una presión interna que las alargaba, torciéndose y fortaleciendo cada tendón y músculo. Era una fuerza intensa, como si el propio Daemon Ritus me moldeara. Mis brazos se estiraban, se transformaban. Aún no eran manos, pero podía sentir una transición inminente en cada célula. Y entonces sucedió: uno a uno, los dedos empezaron a formarse, gruesos y musculosos, mientras garras afiladas brotaban en las puntas, dándome una presa mortal en lugar de simples patas. Un poder nuevo e indomable nacía en ellas.

Mi pecho también crecía, expandiéndose al compás de una respiración cada vez más profunda y voraz. Sentí los músculos engrosarse, cada latido bombeando una fuerza que llenaba mi torso con una solidez indestructible. Era como si cada bocanada de aire forjara un escudo de músculos que podía enfrentar cualquier cosa.

Mientras mis extremidades delanteras se convertían en potentes brazos, mis patas traseras comenzaban a temblar. Empezaban a transformarse en piernas, fuertes y firmes. Sentía como cada articulación se ajustaba, haciéndose más robusta, mientras mis pies se alargaban, tomando forma definitiva. La estabilidad y poder que sentía era algo más allá de lo imaginable. 

Mis piernas eran ahora columnas de pura fuerza, sostenidas en pies tan mortales como mis manos.

Y luego, en la espalda, una sensación punzante y escamosa recorrió mi columna vertebral. Sentí algo brotar desde la base, alargándose, doblándose hasta que supe lo que era: mi cola. La misma que había sido un rastro débil ahora era una extensión poderosa, vibrante con una energía letal. No solo eso. Desde mi espalda, algo más comenzó a emerger, abriéndose paso entre los músculos como enormes alas de dragón, formándose en toda su magnificencia. Las alas eran vastas, cubiertas de escamas y espinas, listas para alzarme al cielo, mi tamaño aumentaba cada vez que esas alas se desplegaban más y más.

A medida que toda mi estructura corporal se expandía, mis músculos también crecían, convirtiéndose en masas enormes de pura potencia. Cuernos afilados como dagas emergían de mi cabeza, completando una figura de terror absoluto. Mi tamaño superaba cualquier expectativa, y el suelo temblaba bajo mi peso. Era mucho más de lo que había soñado.

Miré hacia la luna, sintiendo la plenitud del poder recorrer cada rincón de mi ser. Cerré los ojos un segundo, saboreando la sensación, y al abrirlos, sentí como mi cráneo crecía. Mi rostro se alargaba, tomando una forma brutal y dominadora, mientras mi tamaño aumentaba más y más, al punto de romper y hacer añicos la tierra que me rodeaba. Ahora, mis pies aplastaban el suelo con una fuerza devastadora, y mi cuerpo seguía expandiéndose, derribando las paredes naturales a mi alrededor.

"¡No puedo creer que después de tanto tiempo, por fin lo he logrado!"

VolveréWhere stories live. Discover now