Volveré

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Shaggy regresó en ese momento, deteniéndose al ver a Scooby desmayado sobre la mesa. Su expresión mostró una mezcla de sorpresa y preocupación.

—¿Scoob? —dijo mientras se acercaba a su amigo—. ¿Está bien?

Con la mejor de mis sonrisas, contesté en el tono más tranquilizador posible:

—No pasa nada, Shaggy. Solo está cansado, seguramente tuvo un viaje largo, ¿no crees?

Shaggy pareció considerar la idea y, después de un momento, asintió, aliviado.

—Sí, tienes razón, Mary Jane. El pobre ha estado un poco agotado últimamente. —Se rió un poco, como si estuviera tratando de convencerse—. Pero bueno... ¡te extrañé mucho! En serio, demasiado.

Lo miré con una sonrisa calculada y lo tomé de la mano.

—Ven, Shaggy. ¿Te gustaría ver los fuegos artificiales? Están a punto de comenzar y tenemos una vista excelente desde aquí.

Shaggy, encantado, asintió y aceptó mi invitación sin dudar. Nos dirigimos a un lugar cercano a la mesa donde la vista de los fuegos artificiales sería perfecta. Los colores iluminaron el cielo nocturno, reflejándose en sus ojos mientras él observaba, ajeno a todo lo que sucedía a su alrededor. Cuando vi que estaba completamente absorto, chasqueé los dedos en silencio, dando la señal a mis secuaces.

Como si fueran sombras, dos de ellos, vestidos como meseros, se acercaron y, con cuidado, levantaron a Scooby, llevándoselo sin hacer un solo ruido. Mi mirada regresó a Shaggy, quien seguía mirando al cielo, ajeno a la desaparición de su amigo.

Sin embargo, después de un rato, Shaggy empezó a percatarse del silencio y miró alrededor, buscando a Scooby. Al no verlo, una expresión de confusión y miedo cruzó su rostro.

—¿Mary Jane? —dijo, con un nerviosismo creciente—. ¿Dónde está Scoob?

Sonreí con una calma que rayaba en la malicia y le señalé un punto en la distancia.

—Está allá.

Shaggy siguió mi dedo, y sus ojos se agrandaron al ver a Scooby en medio de la calle, como si estuviera en otro mundo, completamente alejado de él.