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Una vez más estoy en la estación de autobuses, pero esta vez no estoy dentro del cuerpo de Tom, el turista, sino de un profesor de primaria llamado Ernesto Castrejón. Absorbí su alma hace meses, pensando que probablemente nunca me sería útil... pero el destino tiene su forma de sorprenderme. Este cuerpo resulta perfecto para lo que tengo en mente.

Fue tan sencillo como enviarle a Vilma un correo falso, invitándola a una feria de ciencias como jueza especial. Después de todo, tiene la reputación de ser una genio, y las ferias de ciencia son justamente el tipo de cosas que no podría rechazar. Y con Fred y Daphne fuera de la ciudad, no tendrá razones para sospechar. Incluso si lo hiciera, no importa. En esta estación, tengo cerca de cuarenta cuerpos poseídos por demonios, listos para evitar que Vilma pueda escapar fácilmente.

Ahí está, el autobús ha llegado. La veo descender con su maleta, su mente probablemente llena de expectativas sobre el evento. Siento una emoción latente al verla; casi puedo visualizarla desde mis propios ojos en lugar de los de este cuerpo.

Levanto un letrero que dice "Vilma Dinkley" en letras grandes y llamativas. Cuando la veo acercarse, me esfuerzo por mantener la sonrisa amable de "Ernesto Castrejón".

—Soy yo —responde, con su típica voz confiada.

—Encantado de conocerla, señorita Dinkley. Soy Ernesto Castrejón —me presento, tendiéndole la mano con cordialidad ensayada—. Es un honor tenerla aquí con nosotros.

Vilma sonríe, relajada.

—No es nada —responde—. Me encantan las ferias de ciencia, es un placer estar aquí.

Tomo su maleta y la acompaño hacia el auto que he preparado. Una vez que la ayudo a subir, giro para preguntarle:

—¿Le gustaría pasar a tomar un café o comer algo antes de que la lleve a su hotel?

Ella sacude la cabeza.

—No, gracias. Prefiero descansar un poco.

—Perfecto, entonces. La llevaré a su hotel directamente.

En el trayecto, no puedo evitar observarla de reojo a través del espejo retrovisor, imaginando por un instante cómo sería verla con mis propios ojos y no a través de este cuerpo prestado.

—Créame, señorita Dinkley —le digo, con una sonrisa apenas perceptible—, disfrutará su estadía en nuestra ciudad.

VolveréWhere stories live. Discover now