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Estaba en el punto culminante de mi plan, observando con una sonrisa siniestra a los miembros de Mistery Inc. enjaulados e inactivos. Todos ellos estaban inmóviles, como cascarones vacíos, ya que sus almas habían sido retiradas de sus cuerpos. Solo faltaba una cosa: Scooby-Doo.
Ahí estaba, el último obstáculo, atado a una silla, su mirada suplicante dirigida hacia mí.

"¡Por favor, Scrappy, detente!", rogó Scooby, temblando. Pero yo sabía que no había marcha atrás. No esta vez.

"No", respondí, implacable, mientras me colocaba el Daemon Ritus en el centro del pecho. La sensación familiar de poder comenzaba a crecer dentro de mí. Solo que esta vez sería diferente. 

La primera vez, fue un robot el que absorbió las almas y me hizo creer que era mi victoria. Pero esta vez, yo mismo absorbería cada una de ellas. Esta vez... sería real.

Sentí cómo una gran cantidad de almas se elevaba del pozo que había creado, dirigiéndose directamente hacia el Daemon Ritus. No entraban en mí de golpe, como antes, cuando mi cuerpo había colapsado bajo el peso de su energía. Esta vez, fue más despacio, con precisión, permitiéndome saborear cada alma que se unía a mi poder.

Mientras las almas se fundían con mi cuerpo, una felicidad indescriptible me invadía. ¡Mi plan estaba funcionando!

Miré hacia Scooby y sonreí mientras alzaba la mano. Con un simple chasquido de mis dedos, el alma de mi tío se separó de su cuerpo y, como si fuera la pieza final de un rompecabezas, se unió a las demás. Ver cómo el alma de Scooby se desvanecía, cómo flotaba hacia mí, fue el cierre perfecto.

El Daemon Ritus se cerró con un suave clic, sellando el destino de todos los que me habían desafiado. Pude sentir el gran poder corriendo por mis venas, recorriendo cada célula de mi ser. La energía, el control... ¡lo tenía todo!

Finalmente, el gran Scrappy-Doo había triunfado.

VolveréWhere stories live. Discover now