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La lluvia no cesa mientras la pareja me lleva hacia el museo. Si no fuera por el aguacero, seguramente estarían fingiendo que me sacaban a pasear como a cualquier mascota, pero esta vez, con el diluvio, no tienen más remedio que meterme en el bolso.

Nos detenemos a una cuadra del museo, justo frente a un hotel. Han sido bien entrenados. Sin decir palabra, alquilan una habitación en el último piso. Durante todo el proceso, sigo metido en el bolso de la mujer rubia, fingiendo ser ese maldito "Flappy". Qué nombre tan ridículo, lo odio.

Subimos en el ascensor hasta el último piso, y mientras lo hacemos, repaso mentalmente cada detalle del plan. Todo tiene que salir perfecto. Nadie puede sospechar nada.

Al llegar a la habitación, mi oportunidad finalmente aparece. Mientras la pareja se asegura de que todo esté en orden, yo evalúo los alrededores desde mi incómoda prisión de tela. Hay cámaras de seguridad por todo el pasillo, pero noto un punto ciego justo al lado de una máquina de dulces. Sonrío internamente. Eso me servirá.

La mujer entra primero al cuarto con el hombre, asegurándose de que todo esté despejado. Entonces, como lo habíamos practicado, se dirige a la máquina de dulces, dejándome en el suelo, fingiendo que necesita más espacio para sacar un caramelo. Ella sigue comprando mientras yo, rápidamente y sin ser visto, me deslizo fuera del bolso. La libertad, aunque momentánea, sabe increíble.

Con movimientos calculados, me acerco a la rejilla del aire acondicionado, la cual ya había aflojado antes. Me escabullo por los conductos, sintiendo el cambio de temperatura a medida que me muevo entre las paredes del hotel. Veo a través de las rendijas como la mujer regresa al cuarto, cierra la puerta y cuelga un letrero de "No molestar". Perfecto. Mis marionetas estarán a salvo mientras yo hago lo mío.

Al final del ducto, llego a la azotea. Salgo y me encuentro justo donde lo había planeado: el museo está enfrente, solo dos pisos más abajo. La lluvia sigue cayendo, los relámpagos iluminan el cielo mientras me acerco al borde del edificio. No puedo evitar una sonrisa cuando saco mi pistola de gancho, enganchando una cuerda a la cornisa del museo.

Coloco mi equipo en la cuerda y la sujeto firmemente. Esta será mi tirolesa improvisada para atravesar la distancia entre los edificios. La tensión en el aire es palpable, pero no es nada comparado con lo que siento en mi pecho. El ardor que comienza a intensificarse cuanto más cerca estoy del Daemon Ritus. La sensación es más fuerte que nunca. El poder, el calor, todo... ¡es increíble!

Desciendo por la cuerda, con el viento y la lluvia golpeándome en la cara, pero no me importa. Mi objetivo está tan cerca que casi puedo olerlo. Cada metro que avanzo, la conexión entre el Daemon Ritus y yo se hace más intensa, más irresistible.

"Pronto...", murmuro para mí mismo mientras cruzo la distancia. "Muy pronto volveremos a estar juntos".

 "Muy pronto volveremos a estar juntos"

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VolveréWhere stories live. Discover now