17

3 0 0
                                    

Había pasado ya un mes desde que comencé a ejecutar mi plan. A lo largo de esos días, lo único que logré fue que el Daemon Ritus reabsorbiera a las personas que estuvieron atrapadas dentro de mí durante mi transformación, menos de 50 en total. Era frustrante, porque sabía que solo podía reabsorberlos mientras estuviera lejos del Daemon Ritus original. El problema era que la mayoría de esas personas, al desaparecer, se justificaba como una consecuencia más de la pandemia del COVID-19. A nadie le importaba investigar demasiado, solo eran estadísticas perdidas en la tragedia global.

Pero mi desesperación crecía. Sabía que solo podía reabsorber a las almas que ya habían estado en mi interior, pero no a nuevas víctimas. Eso me ponía en una desventaja seria. Si quería más poder, tenía que recuperar el Daemon Ritus. Tenía que planear un robo, uno perfecto.

Entre las personas que "reabsorví", hubo maestros y dueños de tiendas locales. Fueron ellos quienes me proporcionaron todo lo que necesitaba para continuar mis planes. A través de ellos obtuve piezas para reparar el Daemon Ritus y convertir mi destartalado departamento en un verdadero laboratorio de química. Cada rincón estaba lleno de frascos, tubos de ensayo y extrañas máquinas que me ayudaban a experimentar con lo que pronto sería mi mejor creación.

Finalmente, luego de muchas pruebas, creé un suero. Un extraño líquido verde que debía inyectarme en el cuello. Este sería mi mayor avance. Sabía que, para perfeccionar la transformación, tenía que alterar mi ADN. No podía arriesgarme a que, al volver a usar el Daemon Ritus, mi estómago creciera desproporcionadamente como la última vez. Esta vez sería diferente.

Con la jeringa en la mano y la aguja ya clavada en mi cuello, no pude evitar sonreír. **"¡No tendré una panza esta vez!"** me repetí una y otra vez. **"¡Voy a tener músculos, músculos gigantes! ¡Nada de ser un monstruo gordo!"** La emoción me recorría mientras imaginaba el resultado final.

Pero no podía dejar que la emoción me distrajera. Mientras perfeccionaba mi cuerpo, también estudiaba los horarios del museo donde el Daemon Ritus estaba en exhibición. Analicé al personal, las rutinas de seguridad, las horas en que el museo cerraba y abría. Todo debía estar perfectamente calculado.

Una semana más pasó, y todo estaba listo.

Al despertar esa mañana, con la adrenalina corriendo por mis venas, solo tuve una frase en mi mente.

**"Hoy es el día."**

VolveréWhere stories live. Discover now