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Veo a través de los ojos de Fred, o bueno, de lo que ahora es *mi* cuerpo. Tomó un tiempo dominar este disfraz, pero la práctica hace al maestro. Estoy en la parada de autobuses, observando el ir y venir de personas. En este pueblo, las caras cambian poco y los rumores corren rápido, pero lo que nadie aquí imagina es que he conseguido apoderarme de al menos el 60% de sus habitantes. Cada movimiento es vigilado y manipulado desde las sombras... por mí.Miro a mi alrededor. Hay personas caminando y hablando, algunas de ellas bajo mi control, otras no, pero sé con certeza quiénes están de mi lado. Lo curioso es que, al observar a todos esos cuerpos caminando como si fueran personas normales, al fin entendí algo sobre este dominio masivo que he logrado.

Los demonios morados del Daemon Ritus han vuelto, pero esta vez es diferente. En lugar de luchar por controlar los cuerpos de las almas que robé, se han ofrecido como voluntarios, entregándome su lealtad sin reservas. Eso lo cambia todo. La última vez en la prisión, y antes de eso en la ciudad, solo podía controlar a algunos cuantos como marionetas, autómatas sin voluntad propia. Ahora, en cambio, los demonios se han vuelto mis extensiones, dando una apariencia más humana a mis secuaces y haciendo que mi influencia sea mucho más profunda, casi como si *ellos* fueran los habitantes originales del pueblo.

Mientras reflexiono en todo esto, el autobús llega, y al instante noto a Daphne bajando. No ha cambiado nada en todos estos años, sigue siendo igual de hermosa, como si los 22 años transcurridos no hubieran tenido efecto alguno sobre ella. Algo en su porte y en su expresión permanece intacto, igual a la última vez que la vi. Me aseguro de poner la expresión apropiada en el rostro de Fred cuando ella se acerca y le sonrío, manteniendo la compostura.

—¡Daphne! —hago que "Fred" diga con entusiasmo—. Es un gusto verte de nuevo.

Ella sonríe, con esa misma calidez de siempre, y se presenta, sin notar que detrás de esos ojos está el mismo Scrappy de años atrás, manejándolo todo con precisión.

—¿Quieres ir a tomar un café? —le pregunto, buscando ganar más tiempo para observarla, analizar cada detalle.

—Claro, Fred —responde ella.

Y mientras caminamos hacia el café, sé que todo está yendo exactamente como lo planeé.

VolveréWhere stories live. Discover now