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Han pasado varias semanas desde la última vez que me enfrenté a **Zarkos** y las cosas han seguido mejorando. He aprovechado al máximo el cuerpo de **Titan** para atraer a más personas a fiestas, y claro, para robar sus almas. **Cada alma cuenta**. Los cuerpos de aquellos que caían en mis trampas los uso como marionetas. A través de ellos, observo hacia dónde se dirigen, y si van a algún lugar recurrente, los sigo, asegurándome de poder robar su alma sin levantar sospechas.

Cada vez que terminaba de usar el **Daemon Ritus** para absorber el alma de alguien, me dirigía a un baño especial que había adaptado en la habitación de Titan. Dentro de la bañera, colocaba cuidadosamente las almas robadas. Ya había acumulado tantas que la bañera estaba llena hasta tres cuartas partes. Era un espectáculo... un caos de almas desesperadas por escapar, pero no podían. La bañera estaba hechizada; solo yo podía tocarlas o acceder a ellas.

Siempre que alguien abría la puerta del baño, especialmente cuando alguna de las chicas de las fiestas pedía usar el baño, las almas empezaban a suplicar. **"¡Ayuda!", "¡Sálvenos!", 

"¡Auxilio!"**. Sus voces temblaban de miedo, pero no era más que un eco ahogado en el aire. Solo yo podía oírlas realmente, y admito que me deleitaba escucharlas. Por eso siempre me aseguraba de que las ventanas estuvieran cerradas y cubiertas, para que la oscuridad total cubriera ese espacio, alejando cualquier esperanza de ver la luz del sol.

Después de liberar la última alma de esa noche, me detuve un momento. Observé la bañera repleta y recordé algo... la **Isla Spooky**. Cuando era el trabajo de **N' Goo Tuana** usar esas malditas pinzas para extraer las almas de los turistas y depositarlas en el pozo. Esas mismas almas, esas criaturas patéticas, fueron las que **me quitaron el Daemon Ritus la primera vez**. Mientras veía las almas en la bañera, una de ellas, temblando de miedo, me pidió que la liberara.

—Claro que los liberaré —dije en tono burlón—, cuando tenga que buscar un lugar más grande para contenerlas a todas.

Solté una risa seca y cerré la puerta del baño. El eco de sus gritos seguía resonando en mi cabeza. **Era hora de continuar con mi plan**.

Me dirigí a otra habitación, repleta de papeles y notas. **Mapas, nombres, conexiones**, todo lo que necesitaba para ejecutar mis próximos movimientos. En la pared, había una foto que me llamó la atención. **Fred Jones**, de **Mystery Inc.**. Al parecer, iba a estar presente en un evento para anunciar un libro que acababa de publicar.

Me acerqué a la foto, la miré por un momento y murmuré con una sonrisa.

—Pronto nos volveremos a ver, niño bonito.

VolveréWhere stories live. Discover now